La relación entre la Selección Mexicana y su afición está resquebrajada, débil, inconexa. Entre los mexicanos y su equipo no existió la reconciliación que se buscaba después de lo que sucedió en Qatar. Aunque la Federación Mexicana de Futbol (FMF) intentó vagamente hacer lo posible por reconciliar ambas partes en el juego contra Jamaica, el desempeño del equipo sobre el terreno de juego dejó más dudas que certezas y eso no cayó bien, fue un fastidio mayor y más de lo mismo.

No obstante, la afición mexicana tiene la encomienda de tener un comportamiento lamentable, eso se ha vuelto una costumbre. Durante el encuentro, las tribunas del Estadio Azteca se llenaron de abucheos para varios jugadores; Guillermo Ochoa y Jorge Sánchez fueron los más señalados. Pero la misma acción se hizo presente desde que se estaban dando las alineaciones previo al encuentro, donde la silbatina se hizo presente hacia algunos jugadores y también para Diego Cocca. Aún sin ver el encuentro, los mexicanos en las gradas hacían ver su iracundo descontento por inverosímiles cuestiones. La misma afición que hoy exige resultados instantáneos, son los mismos que no se podían comportar e impedir que se hiciera presente el famoso grito homofóbico, aún sabiendo que la FIFA, incluso, podría dejar sin Mundial al combinado nacional por dicho acto.

La decepción en general es porque los resultados no llegan, y después de las últimas acciones del conjunto tricolor, tendrían razón en sentirse fastidiados y su hartazgo puede mantenerse mientras el nivel del conjunto tricolor vaya en picada. Sin embargo, no hay la certeza de cómo pueda continuar el proceso de Diego Cocca. Lleva dos encuentros al frente del combinado nacional, poco tiempo para implementar su propio sello al equipo. Hay que tener en cuenta que los futbolistas que militan en el extranjero tuvieron menos tiempo para empaparse con la idea de juego. Es automático que el equipo deje ver sus carencias.

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Del mismo modo, la silbatina general puede evitarse, bastaría con no asistir al estadio o consumir sus productos para demostrar el desacuerdo. El pagar el boleto del estadio no es un privilegio para restar en los ánimos, mucho menos para agredir. Los abucheos no sirven para nada, no generan un cambio dentro del campo. Y lo mostrado ayer por la afición es una prueba contundente del por qué prefieren llevar al equipo nacional a Estados Unidos antes que al Coloso de Santa Úrsula.

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