Los efectos de la contaminación de microplásticos no solo contribuyen a la degradación medioambiental, hallándose este compuesto en lugares tan remotos como la Antártida, sino que también tienen consecuencias negativas para la salud humana. Con un tamaño que varía entre los 5 milímetros y las 0,1 micras –una quincuagésima parte del ancho de un cabello humano–, las partículas de plástico inevitablemente llegan al organismo de los seres vivos.

Investigaciones anteriores han demostrado que estas partículas pueden ser ingeridas por humanos y animales a través del agua potable, alimentos contaminados e incluso ser inhaladas, por lo que no es de extrañarse que estas puedan acumularse en los órganos, incluidos los riñones, el hígado y los pulmones.

De acuerdo al Instituto de Física de EE.UU., un humano promedio puede inhalar hasta 16,2 trozos de microplástico por hora, lo que, al cabo de una semana, equivale a una tarjeta de crédito. Puesto que los diminutos residuos suelen contener contaminantes y sustancias químicas tóxicas, estos pueden representar un grave riesgo para la salud, por lo que comprender la forma en la que se desplazan a lo largo del sistema respiratorio es fundamental para prevenir y tratar las enfermedades respiratorias asociadas a la inhalación de este compuesto.

¿A dónde va el microplástico que inhalamos?

En este contexto, para analizar cómo se transportan y se deponen los microplásticos en las vías respiratorias superiores, un equipo internacional de investigadores desarrolló un modelo de dinámica de fluidos computacional, con el que exploró el movimiento de partículas de este compuesto con diferentes formas (esférica, tetraédrica y cilíndrica) y tamaños (1,6, 2,56 y 5,56 micras) en condiciones de respiración lenta y rápida.

Según indican los científicos en un artículo publicado en la revista Physics of Fluids, los resultados de sus pruebas sugieren que los microplásticos tienden a acumularse en puntos calientes de la cavidad nasal y la parte posterior de la garganta, u orofaringe.

Las condiciones respiratorias y el tamaño de los microplásticos, detallan los autores, influyen en la tasa de deposición de microplásticos en las vías respiratorias. Un aumento de la velocidad de flujo, por ejemplo, da lugar a una menor deposición, mientras que las partículas de mayor tamaño (5,56 micras) se depositan en las vías respiratorias con más frecuencia que las más pequeñas.

“La complicada y muy asimétrica forma anatómica de las vías respiratorias y el complejo comportamiento del flujo en la cavidad nasal y la orofaringe hacen que los microplásticos se desvíen de la trayectoria del flujo y se depositen en esas zonas”, explicó Mohammad Islam, autor de la publicación.

Para los autores, su estudio pone de manifiesto las consecuencias reales que supone la exposición e inhalación de microplásticos, sobre todo en zonas con altos niveles de contaminación plástica y actividad industrial.

En el futuro, apuntan, planean analizar cómo se transportan estas partículas en un modelo de pulmón completo a gran escala, con lo que esperan colaborar en el diseño de dispositivos de administración de fármacos específicos y mejorar la evaluación de los riesgos para la salud.

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