No hay buenas noticias para los alérgicos. El cambio climático que ha acortado y templado los inviernos en favor de más meses cálidos durante el año unido a la contaminación atmosférica ha desembocado en “la tormenta perfecta” para las alergias. Los expertos advierten de estos fenómenos que favorecen que haya más gente con pañuelo en mano.

La cantidad de fenómenos extremos ocurridos en los últimos años por el cambio climático como las sequías y las altas temperaturas han condicionado la polinización de las plantas. Esta cada vez es más rápida y prácticamente se da todo el año porque tienen una actividad constante, lo que acarrea consecuencias directas con las alergias.

Lo explica a EFEsalud el presidente del Comité de Aerobiología Clínica de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), Juan José Zapata, quien incide en que el cambio climático ha hecho que las estaciones cálidas empiecen cada vez más pronto y duren más, con lo que las temperaturas “son más amables”.

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“Hay mucho más tiempo en el que la temperatura es muy regular y el invierno, sin embargo, cada vez va retrocediendo. Esto significa que las plantas prácticamente están en una actividad constante. Dan muy poco tiempo a que descansen”, subraya Zapata.

Un polen más alergénico

Pero, además, las condiciones de temperatura y de bajo nivel de agua, hace que las plantas también vivan “un cierto estrés” que provoca que la fabricación de alérgenos dentro del polen sea “mucho más potente”.

Zapata explica que muchos de los alérgenos que producen las alergias son precisamente los que ayudan a la planta a sobrevivir frente al cambio climático. “Y eso hace que esa respuesta ante esos cambios haga que el polen sea más alergénico”.

Por otra parte están los contaminantes. Los últimos estudios indican que bajo el efecto, por ejemplo, del ozono, o de las partículas submicrónicas -partículas atmosféricas de diámetro inferior a un micrómetro- del CO2 las plantas también modifican su comportamiento.

El experto explica que el CO2 es como un abono para las plantas. Hace que crezcan mucho, más rápido y que haya más cantidad. Y esos contaminantes provocan que las plantes pongan mecanismos de defensa por el estrés que sufren lo que repercute en que el polen sea más alergénico.

“Por tanto, tenemos unas condiciones de temperatura y unas condiciones de contaminación que hacen que se produzca la tormenta perfecta, hacen que los pólenes cada vez estén más tiempo en el ambiente y que, además, sean mucho más alergénicos y sean mucho más peligrosos para el paciente alérgico”, asegura Zapata.

Ojo a los cipreses

Todas las plantas tienen capacidad para producir alergia pero hay algunas que en los últimos años han provocado más pacientes sensibles a ellas. Se trata de las cupresáceas -los cipreses-.

“Muchas plantas que, posiblemente, hace unos años no tenían mucho protagonismo, con el tiempo se han ido haciendo más predominantes en la zona, han ido haciendo a los pacientes más sensibles y candidatos a tener alergia”, subraya el experto de la SEAIC.

Asimismo, destaca la importancia del papel que juega la vegetación ornamental de las ciudades, mucha de la cual, apunta Zapata, no es autóctona, lo que puede provocar que dentro de unos años, las personas al estar respirando en un lugar mucho tiempo con ese tipo de plantas sean más propensos a ser alérgicas a ellas.

“Son plantas que son muy bonitas, que tienen un buen rendimiento, que son buenas para repoblar, que hacen que la ciudades sean mucho más amables y que haya además plantas que sean capaces de absorber el CO2. Pero ninguna planta que esté repoblando es completamente inocua”, sostiene.

Enfermedades de alta prevalencia

Con este panorama de cambio climático, los expertos auguran un aumento exponencial de las personas con alergias con lo que eso conlleva: aumento de los gastos, tanto indirectos a consecuencia del absentismo laboral y escolar, como directos en farmacia y otros recursos.

“Las alergias se están convirtiendo en unas enfermedades de una alta prevalencia”, incide el experto, quien señala que cuando él comenzó su carrera profesional, hace 40 años, había una población alérgica que suponía entre el 5 y 10 % y ahora se sitúa entre el 25 y el 30 %.

Y dentro de dos o tres décadas, augura, podría ser el 50 % con lo que el experto señala que, dado que las enfermedades alérgicas aumentan, se convierten “en un problema de salud pública”.

Las condiciones perfectas para los ácaros

Al margen de las alergias a las plantas, las provocadas por los ácaros también van en aumento por distintos motivos. Uno de ellos es que los hogares cada vez “son más inteligentes”, por las calefacciones y aparatos de aire acondicionado, que hacen que pasemos menos frío y menos calor, pero todo ello con la casa cerrada.

“Resulta que esas condiciones que para nosotros son muy buenas, también lo son para los ácaros y estamos convirtiendo nuestras casas en compartimentos estancos”, advierte Zapata, quien suma otro aspecto a tener en cuenta como los productos químicos que hay en el hogar.

En este sentido, apunta a que cada vez hay más de estos productos en el baño, en la cocina o en el salón con sustancias químicas que pueden pasar desapercibidas pero que producen lesiones en la mucosa con lo que facilita que entren al organismo modulando la respuesta alérgica.

“Siempre hablamos de la contaminación del medio exterior, pero nos ocupamos muy poco de la contaminación del medio interno, cada vez tenemos las ventanas más tiempo cerradas, cada vez tenemos más productos químicos. Si uno observa en su cuarto de baño ¿Qué puede tener, 50 productos? y en la despensa ¿cuántos limpiadores tenemos?”, reflexiona el experto de la SEAIC.

En este sentido, Zapata añade que puede que estemos tratando de mejorar el entorno para vivir más cómodos pero puede que se pague un precio por esa comodidad.

“Te puedo decir que yo hace unos meses vi a una paciente de 82 años que debutó por primera vez con sensibilidad a los ácaros”, añade.

Zapata incide en la importancia del diagnóstico, ya que de esa manera se podrán tratar mejor los síntomas de las alergias, sin olvidar tampoco la existencia de vacunas para el tratamiento de estas enfermedades.

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