Las Inteligencias Artificiales están actualmente en todos lados, algunas más conocidas como ChatGPT, Bard, Bing IA o LLaMA, aunque también hay otras como YouChat o MusicLM.

A pesar de las distintas aplicaciones de las IAs, desde escribiendo artículos, funcionando en buscadores o hasta generando música, un grupo de investigadores ya está trabajando en desarrollar una nueva forma de computación aprovechando los cerebros humanos, que podría ser igual de eficiente y potente, las biocomputadoras.

De acuerdo con un nuevo artículo publicado en la revista Frontiers in Science, los investigadores de la Universidad de John Hopkins están estudiando cómo las tecnologías cerebro-máquina son la nueva frontera en la biocomputación.

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Para esto los investigadores parten de que los cerebros humanos son más lentos que las máquinas para el procesamiento de información simple, como la aritmética, pero las superan en el procesamiento de información compleja, ya que los cerebros se manejan mejor con pocos datos o si estos son inciertos.

Además, los cerebros pueden realizar procesamiento tanto secuencial como paralelo (las computadoras solo el primero), y superan a los equipos en la toma de decisiones sobre conjuntos de datos grandes, altamente heterogéneos e incompletos, así como otras formas de procesamiento y cada cerebro tiene una capacidad de almacenamiento estimada de 2,500 TB, según sus 86 a 100 mil millones de neuronas que tienen más de 10 conexiones.

Adiós Inteligencias Artificiales, hola Inteligencia Organoide

En su publicación, los investigadores se centran en explicar cómo aprovechar la Inteligencia Organoide (OI), un campo emergente en el que se desarrolla computación biológica a partir de cultivos 3D de células cerebrales humanas (conocidos como organoides cerebrales) y tecnologías de interfaz cerebro-máquina.

Estos organoides tienen características parecidas a la estructura y función del cerebro, con un papel clave en las funciones cognitivas como el aprendizaje y la memoria, por lo que pueden servir como “hardware biológico” y que pueden ser, eventualmente, más eficientes que las computadoras actuales que ejecutan los programas de IA.

La biocomputación, dice Thomas Hartung, uno de los investigadores que encabeza el estudio, es un “enorme esfuerzo para compactar el poder computacional y aumentar su eficiencia para superar los límites tecnológicos actuales”, pues a pesar de que la computación y la inteligencia artificial están impulsando la revolución tecnológica, se está llegando a un techo.

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