Hace 31 años la ONU declaró a la CDMX como la urbe más contaminada del mundo, y a tres décadas de distancia este problema no ha sido resuelto, sigue siendo una de las de mayor deterioro ambiental del planeta.

Los 10 millones de vehículos automotores que hay en la capital y el área metropolitana (principalmente aquellos que usan diésel), las más de 60 mil chimeneas de diversas industrias, así como los compuestos orgánicos volátiles, generan las peligrosísimas partículas PM 2.5 y nanopartículas tóxicas, que todos los capitalinos respiramos cada día.

Ya anteriormente informamos en este espacio sobre el impacto de estos contaminantes en miles de casos de cáncer de pulmón, de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y muertes prematuras, en nuestra capital.

Ahora una investigación realizada por científicos de Estados Unidos y México, publicada en la revista Environmental Research, señala que la exposición intensiva a las partículas finas PM 2.5 y nanopartículas tóxicas desempeñan un papel clave en la neuroinflamación y degeneración cerebral asociadas con casos de Alzheimer prematuro, que empieza a aparecer en la tercera y cuarta década de vida de los capitalinos.

“Los jóvenes de la Ciudad de México y su área metropolitana tienen exposiciones de por vida a estos contaminantes tóxicos por encima de los estándares de la Organización Mundial de la Salud y de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos”, señalan los científicos.

Los investigadores analizaron las autopsias de 134 capitalinos y encontraron que en el 99% de ellos había altas concentraciones de nanopartículas ricas en hierro, magnéticas y altamente oxidativas, derivadas de estos contaminantes, en el cerebro.

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