La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre 2030 y 2050 el cambio climático será el principal responsable de causar unas 250.000 muertes adicionales cada año por malnutrición, malaria o diarrea, ya que los efectos de esta lacra afectan directamente a la calidad del aire, del agua o el acceso a alimentos, entre otros. Pero el impacto del cambio climático va mucho más allá, a la salud mental.

“Empieza a haber investigaciones que indican el vínculo entre, por ejemplo, eventos climáticos extremos y el trastorno de estrés postraumático (TEPT), y también problemas de ansiedad, como resultado de enfrentar eventos climáticos extremos de los que sabemos que el cambio climático va a incrementar su intensidad y frecuencia”, dice a EFE la experta de la Universidad de Melbourne, Kathryn Bowen, en Sharm el Sheij (Egipto) donde se celebra la 27 Cumbre del Clima, COP27.

Bowen es una de las principales autoras de un reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que dio a luz este año a una de las primeras investigaciones sobre este asunto.

El impacto indirecto

La experta asegura que el cambio climático más allá de las víctimas directas afectará de forma indirecta en caso de emergencias como inundaciones, sequías o ciclones.

Y es que estos eventos climáticos extremos pueden ser la causa de enfermedades mentales como el TEPT para personas a las que la sequía ha arrebatado su cosecha y su principal fuente de ingresos, algo que también puede generar mucha ansiedad.

Otros trastornos, como la depresión, el estrés o la falta de sueño pueden ser provocados por el impacto del cambio climático, según el IPCC.

El informe de esta entidad científica, que genera los datos que orientan al mundo sobre cómo responder al cambio climático, apunta además a que hay “evidencias emergentes” de una correlación entre el aumento de las temperaturas y el incremento de casos de suicidio, según Bowen, que reconoce que para establecer un vínculo directo se “requiere mucha más investigación”.

“No podemos decir que exista una conexión causal, porque requiere unas técnicas epidemiológicas concretas, pero podemos empezar a decir que puede haber algunas correlaciones”, asegura la académica.

Estas correlaciones se pueden establecer si se puede determinar que una ola de calor se produce a causa del cambio climático y si la tasa de suicidios varía con ese aumento de las temperaturas.

“Si varía, entonces podemos hablar de muertes adicionales (por suicidio) que podemos atribuir al cambio climático”, asegura, alertando de que se tienen que tener en cuenta varios factores, entre ellos los culturales, para determinar un vínculo.

Respuesta en la ayuda humanitaria

El presidente global para la Juventud de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), Bas van Rossum, asegura a EFE que en la respuesta humanitaria, “el principal foco ha sido siempre la salud física de las personas”, pero a veces se olvidan “los aspectos de la salud mental”.

Asimismo, dice que su organización está trabajando en este sentido y de manera preventiva ante cualquier tipo de catástrofe natural, para “preparar a las personas mentalmente ante los ‘shocks’ a los que se puedan enfrentar”.

Para ello, la IFRC está en contacto con especialistas en salud mental en los países afectados por eventos climáticos extremos y con los hospitales locales y, además, cuenta con su propia red de expertos en el sector.

Sin embargo, asegura que todavía es muy difícil abordar este aspecto.

“El estigma es uno de los mayores problemas en torno a la salud mental, porque si no podemos hablar de ello no podemos solucionarlo. No lo podemos ver, no lo podemos observar”, advierte Van Rossum, que añade que, además, este asunto es más tabú aún en los países más vulnerables al cambio climático.

Ansiedad climática

El cambio climático ha despertado, sobre todo entre los jóvenes, una gran preocupación por el futuro del planeta, que se va consumiendo poco a poco debido a la actividad humana y eso también incide en la salud mental.

Esto ha sido denominado comúnmente “ansiedad climática” o “eco-ansiedad”, ya que abarca una serie de sentimientos como el desasosiego, la culpabilidad e incluso la ansiedad, sobre todo en los países más vulnerables al calentamiento global.

Van Rossum viajó recientemente a Kiribati, un país insular en el Pacífico Central que será una de las primeras naciones en desaparecer por la subida de las aguas. El Banco Mundial estima que para 2050 la mitad del asentamiento de Bikenibeu, que acoge a 6.500 personas, quedará sumergido.

“Cuando estuve en la isla principal pude ver cómo el país está siendo engullido lentamente (…) hablando con los habitantes, ves las lágrimas en sus ojos porque saben que su tierra desaparecerá en 50 años”, apuntó el representante de la IFRC.

Sin embargo, esta “ansiedad” también está presente en sociedades que no son tan vulnerables de momento al impacto del cambio climático, algo que podría ser incluso positivo para crear más conciencia y actuar de una vez por todas, defienden los expertos.

“A medida que crece el nivel de ansiedad en la sociedad en general, crece también la urgencia de actuar”, sentencia Van Rossum.

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