El terremoto de 6,5 que sacudió el pasado sábado Ecuador dejó importantes daños materiales. Sobre algunas de las razones del impacto destructivo de este evento sísmico habló recientemente Mario Ruiz, director del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IGEPN).
Las provincias de El Oro y Azuay fueron las más afectadas y las que tuvieron una mayor cantidad de damnificados. En esa zona, la sensación sísmica se sintió con mayor fuerza e intensidad, a pesar de estar ubicadas a cientos de kilómetros del epicentro.
En este sentido, Ruiz afirma que durante un terremoto pueden ocurrir varios fenómenos adicionales, además del sacudimiento propio del terreno, responsables de magnificar o potenciar sus efectos. En el caso concreto del registrado el pasado 18 de marzo, uno de ellos fue el conocido como licuefacción.
“Cuando un suelo arenoso está saturado de agua y ese suelo arenoso se comienza a mover, comienza a cambiar su estado y pasa de ser sólido a comportarse casi como un líquido”, explicó en una entrevista.
Debido a este proceso, el suelo puede “perder la capacidad de sostener estructuras y se producen hundimientos”, añade el ingeniero, subrayando que esta situación se presentó especialmente en las “zonas que están en la línea de la costa”.
Ruiz también destacó como factor adicional causante de tal destrucción, el “efecto de sitio” o fenómeno de la amplificación de las ondas. Este se genera cuando las ondas pasan de un medio rocoso muy compacto a una capa de suelo más blanda. “Allí las ondas se amplifican y este efecto de sitio puede hacer que las ondas se amplifiquen dos o tres veces respecto al tamaño que debían tener”, detalló el ingeniero en diálogo con el canal Teleamazonas.
“Es algo como lo que pasó en [el terremoto de] Ciudad de México en 1985, donde hubo tanta destrucción a pesar de estar a 300 kilómetros del epicentro”, recalca Ruiz, recordando que el nivel de daños de un sismo depende de “cómo está configurado el suelo” en una determinada zona.