Pese a la enorme dificultad que supone trabajar en la Antártida, el continente helado es una inagotable fuente de descubrimientos científicos. En particular, se trata de uno de los mejores lugares para la ‘caza’ de meteoritos y, recientemente, buscadores polares descubrieron allí cinco rocas de origen extraterrestre.

La razón por la que la búsqueda de meteoritos en la Antártida es tan fructífera se debe a sus condiciones climáticas. En esencia, la Antártida es un vasto desierto helado donde el clima seco limita el grado de intemperismo, la descomposición que sufren los meteoritos.

Además de estas condiciones secas, las oscuras piedras espaciales son fácilmente visibles contra el telón de fondo blanco de sus interminables campos de nieve. Incluso cuando los meteoritos acaban enterrados en la nieve, el movimiento de los glaciares bajo el suelo no les permite hundirse demasiado, por lo que casi siempre se encuentran cerca de la superficie.

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Estas condiciones permitieron a un equipo internacional de científicos que trabaja en la estación polar belga Princesa Elisabeth descubrir cinco meteoritos, uno de ellos excepcionalmente grande, con un peso de 7,6 kg, después de una búsqueda relativamente breve.

A lo largo del último siglo, se han recolectado de la Antártida unos 45.000 meteoritos, y solo un centenar de ellos tienen un tamaño similar o mayor que la muestra más grande encontrada por esta expedición, indica en un comunicado María Valdés, investigadora del Centro Robert A. Pritzker de Meteoritos y Estudios Polares del Museo Field de Historia Natural y de la Universidad de Chicago.

Sin embargo, la científica destacó que, en el caso de los meteoritos, el tamaño no es especialmente importante, ya que objetos de tamaño literalmente microscópico pueden tener un valor excepcional. Aun así, los hallazgos de meteoritos tan grandes son raros, por lo que este descubrimiento ha sido “realmente emocionante”, señala la experta.

Cuatro científicos, en su mayoría europeos, participaron en la expedición, que estudió varios sitios de impactos potenciales de cuerpos celestes que fueron elegidos tras un análisis de imágenes de satélite.

Aunque el viaje se realizó en el verano antártico, que comienza en diciembre, la temperatura en la zona de estudio rondaba los -10 °C. Pese a que algunos días “hacía más frío en Chicago que en la Antártida”, viajar en motos de nieve durante días y caminar por los campos de hielo, sumado a dormir en tiendas de campaña, hizo que el clima antártico se sintiera aún más extremo, explica Valdés.

Los cinco meteoritos serán analizados en el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales, mientras que los sedimentos recogidos en los lugares donde fueron hallados, que potencialmente podrían contener pequeños micrometeoritos, se repartieron entre los investigadores para estudiarlos en sus respectivas instituciones.

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