Un lector de ondas cerebrales que puede detectar mentiras. Cámaras miniatura escondidas dentro de vapeadores y vasos de café desechables. Enormes cámaras de video que pueden enfocar un objetivo a más de un kilómetro de distancia y capturar rostros y placas de automóvil.

En una conferencia policial en Dubái en marzo, se pusieron a la venta nuevas tecnologías para las fuerzas de seguridad del futuro. Lejos de los ojos del público en general, el evento brindó una mirada excepcional a las herramientas que están disponibles actualmente para las fuerzas del orden alrededor del mundo: vigilancia mejorada y más difícil de detectar, software de reconocimiento facial que rastrea de forma automática a las personas en las ciudades y computadoras para infiltrar teléfonos.

Los avances en inteligencia artificial, drones y reconocimiento facial han creado un comercio de vigilancia policial cada vez más global. Ahora se pueden comprar y mezclar software israelíes para hackear, herramientas estadounidenses de investigación y algoritmos chinos de visualización digital para elaborar un coctel de espionaje de sorprendente eficacia.

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Impulsado por un aumento en el gasto de los países de Oriente Medio como los Emiratos Árabes Unidos, el país anfitrión de la conferencia y un adoptador agresivo de tecnologías de seguridad de última generación, el evento dejó claro cómo están proliferando las herramientas de vigilancia masiva que se creían solo estaban generalizadas en China. El uso cada vez mayor de estas tecnologías señala una era de vigilancia basada tanto en software, datos y códigos como en oficiales humanos y armamento, lo que plantea interrogantes sobre los efectos en la privacidad de las personas y en cómo se ejerce el poder político.

“Gran parte de la vigilancia podría ser ostensiblemente benigna o usarse para mejorar una ciudad”, afirmó Daragh Murray, profesor titular de Derecho en la Universidad Queen Mary de Londres que ha estudiado el uso policial de la tecnología. “Pero la otra cara de la moneda es que puede darte un conocimiento increíble sobre la vida cotidiana de la población. Eso puede tener un efecto escalofriante no deseado o convertirse en una herramienta para la represión concreta”.

La “fiebre del oro” se hizo evidente en un centro de convenciones en el centro de Dubái, donde representantes policiales uniformados de todas partes del mundo buscaban drones que pudieran lanzarse y encenderse de forma remota. Los fabricantes chinos de cámaras mostraron un software para identificar los momentos en los que se congregan multitudes. Empresas estadounidenses como Dell y Cisco tenían estands que ofrecían servicios policiales. Cellebrite, un fabricante israelí de sistemas para infiltrar teléfonos móviles, tuvo su exhibición dentro de una “zona gubernamental” apartada y bloqueada del resto de la conferencia.

Otras compañías vendieron anteojos de reconocimiento facial y software de análisis de sentimientos, en el que un algoritmo determina el estado de ánimo de una persona a partir de las expresiones faciales. Algunos productos, como un vehículo de transporte ligero “Segway” con montura para rifles, experimentaron con los límites de la practicidad.

“Hoy en día, las fuerzas policiales no piensan en las pistolas o las armas que llevan consigo”, afirmó Khalid Alrazooqi, director general de la división de inteligencia artificial de la policía de Dubái. “Lo que se busca son las herramientas, la tecnología”.

Con sus grandes riquezas, serios problemas de seguridad y un gobierno autocrático, los Emiratos Árabes Unidos, un importante aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente, se ha convertido en un caso de estudio sobre el potencial y los riesgos de este tipo de tecnologías policiales. Las herramientas pueden ayudar a detener el crimen y los ataques terroristas, pero también pueden convertirse en un contrafuerte antidemocrático del poder político.

Bajo el liderazgo del jeque Mohamed bin Zayed Al Nahayan, a quien a menudo se le hace referencia por sus iniciales MBZ, las autoridades emiratíes han vigilado a los críticos y activistas. Amnistía Internacional y otras organizaciones han acusado al país petrolero de cometer abusos contra los derechos humanos de sus adversarios, incluido el uso de Pegasus, el software espía para teléfonos fabricado por el Grupo NSO de Israel. Las protestas y la libertad de expresión en la monarquía autoritaria están severamente limitadas, acciones que el gobierno ha justificado como un esfuerzo para combatir el extremismo islámico.

Presight AI, una empresa de tecnología con sede en los Emiratos Árabes Unidos con vínculos con el liderazgo del país, vende software casi idéntico a los productos que son populares en la policía china. En la conferencia, su software utilizó cámaras e inteligencia artificial para identificar a las personas, almacenar datos sobre su apariencia y rastrear sus rutas mientras deambulaban por el evento.

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