Hasta casi la adolescencia, los niños tienen más riesgo de sufrir trastornos mentales que las niñas. Pero en su etapa adulta muchas variables intervienen para que la salud mental de las mujeres pueda empezar a quebrarse, entre otras cosas, con el postparto y la menopausia. En su última etapa vital, las mujeres aguantan una mochila de vivencias que ha ido cargándose con los años.

En el Día Mundial de la Salud Mental, EFEsalud ha consultado a tres expertas en psiquiatría y geriatría para hacer una radiografía de la salud mental de la mujer en tres etapas vitales: la infancia y adolescencia; la edad adulta; y la tercera edad.

¿Qué dicen los datos?

Según los datos recogidos en la actualización de la Estrategia Nacional de Salud Mental 2022-2026, el 5,84 % de la población de 15 o más años declara haber sido diagnosticado de ansiedad crónica, una cifra que cambia según el género: 3,50 % de los hombres y 8,06 % de las mujeres.

En cuanto al diagnóstico de la depresión es más del doble en mujeres (7,22 %) que en hombres (3,23 %).

De hecho, uno de los pilares sobre los que se asienta la Estrategia Nacional es el enfoque de género, ya que los “factores psicosociales” sitúan a las mujeres y a las niñas en desventaja y perjudican su salud mental.

Si las mujeres presentan índices más elevados de depresión ansiedad, estrés, somatizaciones y trastornos de la alimentación, los hombres son más consumidores de sustancias, tienen una tasa de suicidio superior, así como trastornos antisociales.

Infancia y adolescencia

Según la Estrategia, en los menores de 14 años la prevalencia de los problemas de salud mental es mayor en los chicos, de forma que las mujeres están “relativamente” más protegidas de algunos de los trastornos más graves asociados al neurodesarrollo que aparecen en la infancia.

La presidenta de la Comisión de Publicaciones y Medios de la de Asociación Española de Psiquiatría del Niño y del Adolescente (AEPNYA), Elisa Seijo, apunta en este sentido que también es cierto que en niñas se detectan más tarde.

En cuanto a los problemas de salud mental más frecuentes en la infancia, Seijo destaca la ansiedad y la angustia por distintos motivos como rupturas familiares, fallecimientos, o duelos, que afectan a ambos sexos.

Y en la adolescencia, la cosa va cambiando y pueden aparecer los intentos de suicidio y las autolesiones, además de continuar los cuadros de ansiedad, a los que se suma un nuevo riesgo: los trastornos de conducta alimentaria, que se están manifestando cada vez a una edad más temprana, según Seijo, quien también es la responsable de la Unidad de Hospitalización de Psiquiatría infantojuvenil del Hospital Universitario de Asturias.

Los casos en las chicas de ansiedad y depresión, así como de los trastornos alimentarios, son más frecuentes, lo que, sin duda, repercutirá en su edad adulta.

De ahí la importancia de la prevención y la detección precoz.

“Lo mismo que te quitan la sal y te dicen que no fumes, en psiquiatría deberíamos llegar a eso, a la prevención, y todavía nos queda mucho que hacer, tenemos que ir hacia una detección lo más temprana posible para poder tratar”, subraya la psiquiatra.

La edad adulta

La jefa de Servicio de Psiquiatría de Osakidetza (Servicio Vasco de Salud) en la Osi Araba (Organización Sanitaria Integrada de Álava), Ana González-Pinto, apunta que hombres y mujeres somos distintos biológicamente, pero, además, arrastramos muchas diferencias ambientales, y todo ello, al final, se refleja en la salud mental.

En cuanto a la biología, González Pinto, quien también es directora científica del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), destaca una etapa en la que el riesgo de depresión en la mujer aumenta de forma clara y es el postparto, a causa de la bajada tan importante de hormonas y la preparación del cuerpo para la lactancia.

Y en estos casos, la mujer también puede generar un sentimiento de culpa por sentirse mal, lo que hace empeorar aún más su situación. De ahí que la ayuda del entorno sea muy importante.

En ocasiones, las mujeres tienen tal autoexigencia, que tratan de enmascarar su estado de ánimo y piensan: “Lo que se espera de mí es que sea una buena madre, que yo pueda con esto, que sea capaz de hacer mi trabajo y hacer esto y lo otro y aunque estoy mal voy a intentar no decirlo, y que no se me note”, explica González-Pinto.

La menopausia es otro de los momentos de cierto riesgo para la salud mental de la mujer, si bien no todas viven este proceso de la misma manera. Y aquí se vuelven a juntar los factores biológicos con otros tales como el pensar que se entra en otra etapa vital.

“Si la mujer es vulnerable, si ha tenido una menopausia muy brusca o si tiene muchos síntomas físicos asociados con muchas palpitaciones, sensación de ansiedad, etcétera, acompañada de la bajada hormonal, hay más riesgo”, abunda González-Pinto.

La salud mental de la mujer en la tercera edad

El envejecimiento lleva consigo un aumento de las patologías físicas de forma casi inevitable, que repercuten en la salud mental. En el caso de la mujer, además, hay que sumar la sobrecarga de cuidados de su entorno acumulados durante toda su vida.

Es un peso que también está presente en esta etapa vital, cuando la mujer ya es mayor. Y no solo es lo pesada que sea esa mochila sino también las vivencias de la que está llena y cómo se han podido afrontar a lo largo de la vida.

Las mujeres mayores también se deprimen si bien se adaptan mejor a la temida soledad en esta etapa que los hombres, según la geriatra y coordinadora del grupo de trabajo de demencias de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), Belén González.

“Las mujeres tenemos más recursos para solventar esa soledad o disfrutar de la soledad. Además, mi impresión es que cuando nos jubilamos enseguida tenemos más alternativas, somos más sociales y sabemos disfrutar mejor de estar solas”, señala la geriatra.

¿Y cuáles son las claves para tener una buena salud mental en esta etapa? González apunta que lo fundamental “es saber adaptarse”, porque lo más difícil del envejecimiento es asumir que se deja atrás la plenitud vital, ya no se pueden hacer muchas cosas que años atrás se podían, porque la salud y el cuerpo lo permitía.

“Muchas veces el tener un cuadro depresivo o de ansiedad viene de ahí, de la resistencia a adaptarte a ese hándicap. Puedes suplirlo con otras cosas, pero hay veces que quieres un poco seguir haciendo la vida a los 50 que hacías a los 30 y a los 70, la que hacías a los 50”, sostiene la geriatra.

Publicidad