El aumento de las relaciones sociales, la dieta, el descanso o la actividad al aire libre son algunas de las particularidades del verano que favorecen la salud del cerebro. En el Día Mundial del Cerebro, este 22 de julio, analizamos las oportunidades, y también algunos inconvenientes, que la época estival nos ofrece.
Las actividades típicas del verano promueven “la plasticidad neuronal, reducen el estrés, mejoran el estado de ánimo y estimulan áreas clave como el hipocampo y el núcleo accumbens, implicadas en la memoria y la motivación”, explica la neurocientífica Emilia Redolar, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) en relación con la salud del cerebro.
Sin embargo, no todo juega a favor de la salud cerebral. El exceso de luz solar, las altas temperaturas, el uso de pantallas digitales y el consumo de alcohol pueden deteriorar funciones ejecutivas y la flexibilidad cognitiva.
Estas son algunas de las circunstancias y hábitos propios del verano que nos ayudan a mejorar la salud del cerebro:
Socializamos más
En verano es muy habitual incrementar las relaciones sociales algo que, en paralelo, conlleva un apoyo emocional, “un auténtico antídoto estival contra el estrés”.
“Las relaciones sociales de calidad reducen el impacto del cortisol (hormona del estrés) sobre el cerebro y, por lo tanto, mejoran nuestra salud cerebral”, apunta la profesora de la UOC.
Estudios internacionales indican que esa interacción reduce también la ansiedad social y aumenta las hormonas oxitocina y la dopamina, lo que refuerza los vínculos emocionales y parentales y el aprendizaje.
Más horas de luz, pros y contras
La exposición a más horas de luz durante el verano puede mejorar el estado de ánimo, pero también altera el ritmo circadiano y hace que sea más difícil dormirse.
“La luz influye en el hecho de que vayamos a dormir más tarde. Si se le añaden las altas temperaturas, los ritmos circadianos son más difíciles de regular”, explica Redolar.
Investigaciones recientes de la Universidad de Cambridge indican que el sueño prolongado y en horarios regulares se asocia con un mayor volumen cerebral y mejores funciones cognitivas. En cambio, el exceso de luz puede provocar desajustes del ritmo circadiano y afectar a la calidad del sueño.
El calor también afecta al cerebro
El calor también afecta a nuestro sueño, que suele ser más corto y fragmentado y eso repercute en nuestro cerebro.
“En verano retrasamos la hora de ir a dormir hasta que refresca un poco tras las horas de más calor, que también nos obligan a levantarnos antes, o nos despertamos con mayor frecuencia”, explica la experta de la UOC.
Este cambio en los ritmos circadianos afecta al núcleo supraquiasmático del hipotálamo, que está regulado por la luz del sol, y aumenta los efectos negativos sobre el cerebro.
No dediques el tiempo libre a las pantallas
El tiempo libre del que gozamos no debemos perderlo con un uso intensivo de las pantallas ya que puede tener un impacto negativo en funciones clave como la atención sostenida y la flexibilidad cognitiva.
“El uso excesivo dificulta mantener el foco atencional, cambiar de tarea con fluidez y adquirir información con eficacia, ya que afecta a la corteza prefrontal dorsolateral”, explica Redolar.
Numerosos estudios de neuroimagen muestran que la exposición frecuente a pantallas altera la activación del lóbulo frontal, crucial para el control de impulsos y el cambio de tarea, además del deterioro del foco atencional por multitarea digital.
No consumas alcohol, es un riesgo para la corteza cerebral
Salir y relacionarnos más en verano muchas veces lleva aparejado el consumo de alcohol, algo que deteriora progresivamente la función ejecutiva y altera la toma de decisiones, ya que tiene impacto en regiones cerebrales clave.
“El alcohol inhibe la corteza prefrontal, involucrada en la planificación y el juicio, y además genera dificultades a largo plazo desde un punto de vista cognitivo”, explica la profesora.
A largo plazo, el alcohol multiplica por tres el riesgo de depresión mayor, incrementa un 40 % la probabilidad de trastornos de ansiedad, se asocia a una comorbilidad del 60 % con el trastorno bipolar y conlleva un deterioro cognitivo progresivo e irreversible.
También puede provocar demencia alcohólica, psicosis, alteraciones de la personalidad y pérdida de empatía.
Come frutas y verduras en verano, también favorecen la salud del cerebro
El verano favorece el consumo de alimentos frescos, lo que potencia las dietas que mejoran la memoria, la atención y la salud cerebral a largo plazo.
“Una dieta rica en fruta, verduras, cereales y frutos secos tiene también efectos positivos sobre el cerebro y la función cognitiva”, aconseja la neurocientífica.
Ejercicio físico: activador de neuronas
El ejercicio aeróbico en verano no solo beneficia la salud cardiovascular, sino que estimula la plasticidad del cerebro y favorece la formación de nuevas neuronas en el hipocampo,”estructura crítica para la memoria a largo plazo”, además de consolidar la memoria, indica Redolar.
Incorporar nuevas rutinas
En general, según la profesora, “el verano ofrece una oportunidad para fortalecer la salud mental si se gestionan con conciencia tanto los estímulos placenteros como los potencialmente perjudiciales. Es buen momento para incorporar rutinas nuevas y saludables”.
“El simple hecho de no trabajar -añade- disminuye los niveles de cortisol. Actividades recreativas como viajar, leer, caminar por la montaña o bañarse en el mar tienen un impacto positivo: disminuyen el cortisol y activan el núcleo accumbens, que es fundamental para la motivación y el refuerzo”.
Y, además, no hace falta mucho tiempo para implantar una rutina en verano para la salud de nuestro cerebro: “Con un día o un fin de semana basta para empezar a notar los efectos positivos”, concluye la profesora de la UOC.










