Los niños no se enteran; los niños se adaptan a todo; o un cachete a tiempo no hace daño, conforman una lista de creencias erróneas heredadas del pasado, bastante extendidas y sin ninguna evidencia científica que pueden marcar, para mal, la relación entre padres e hijos.
Para la psicóloga y terapeuta Beatriz Cazurro es “urgente” descartar estas creencias erróneas y dar espacio a otras nuevas para fortalecer la relación entre padres e hijos.
En una entrevista con EFEsalud y con ocasión de la publicación de su nuevo libro “Los niños que fuimos, los padres que somos” (Editorial Planeta), Beatriz Cazurro desgrana y profundiza algunas de estas creencias erróneas de las relaciones entre padres e hijos:
Los niños se adaptan a todo
Para la psicóloga reconocer la capacidad de adaptación de los niños sería maravilloso si fuera simplemente un reconocimiento a su resiliencia, su plasticidad….pero la realidad es que la mayoría de las veces la frase refleja una excusa “para no poner el foco en el entorno al que se están adaptando y modificarlo si les resulta desfavorable”.
Los niños no tienen problemas
Según Beatriz Cazurro, el hecho de que parte del lenguaje de los niños sea el juego “no significa que su vida sea sencilla”.
Así sostiene que necesitamos entender como adultos “que lidiar con la vida, para un niño, requiere de más habilidades de las que tiene, y eso es altamente estresante” y por lo tanto necesitará tener la seguridad de que cuenta con sus padres.
Son cosas de niños
Para la terapeuta, el hecho de que ciertos comportamientos sean normales en la infancia no exime a los padres de su responsabilidad de encargarse de lo que sea necesario, bien sea supervisando, mediando o poniendo límites al conflicto.
Un cachete a tiempo no hace daño
Esta creencia errónea no advierte que, al fin y al cabo, el cachete “es una forma de violencia que no solo hace daño físico”.
El cachete, explica la autora del libro, “activa nuestro sistema nervioso de modo que a partir de ese castigo estará pendiente, de manera continuada, para protegernos de otro posible daño”.
La mente del niño puede extraer la conclusión de que si me pegan una vez, es que me pueden pegar más, lo que conlleva un efecto dañino.
En su nueva obra aborda y analiza las experiencias pasadas en nuestra infancia, y cómo influyen en el tipo de padres en el que nos convertimos y en cómo educamos a nuestros hijos.
Y sobre todo explora el “daño” que hacen algunos mitos o creencias erróneas de las cuales ya hemos citado algunas, pero se pueden añadir otras muchas como: los niños no tienen problemas, porque refiere la autora “tendemos a idealizar su vida”.
O no lo cojas en brazos, que se malacostumbra, y lo que provoca es que “no aporta nada positivo al vínculo con ellos”.
Padres e hijos, un impacto mutuo
De acuerdo con la psicóloga, la neurociencia ha demostrado “el inmenso impacto que los adultos tenemos sobre los niños, pero pocos adultos somos conscientes del impacto que nuestros adultos tuvieron en nuestra infancia”.
Por ello invita a los padres a viajar hasta su infancia para liberarse de falsas culpas y de creencias limitantes que entorpecen la labor como padres y más si se tiene en cuenta que “los adultos somos espejos para los niños”.
Así pues, la culpa, la autoestima, la violencia, el chantaje y la sobreprotección son algunos de los temas que se tratan en esta obra en la que nos lanza algunas ideas para reflexionar sobre ellas:
“Los padres perfectos no existen”.
“Acercarnos a nuestra infancia no supone una traición a nuestros padres”.
“Podemos agradecer lo que tuvimos y, al mismo tiempo, reconocer lo que no han podido o sabido darnos nuestros padres”.
“La relación con nuestras figuras de referencia va a determinar, en los primeros años de nuestra vida, la confianza que tengamos en nosotros mismos y en los demás”.
“Los niños son personas, sienten, desean, sufren… Es necesario que les demos la importancia que tienen y les escuchemos con empatía”.
“«No llores, no te enfades, no pasa nada… son frases que no ayudan con la educación emocional”.
“Vivimos en una sociedad patriarcal donde los roles de hombres y mujeres son diferentes (…) el estereotipo de buena madre es una forma de opresión de la que es necesario liberarnos”.