El retrato de la salud mental en la gran ciudad sale regular tirando a mal, según una encuesta hecha a más de 12.000 hogares españoles. Los/las residentes en las grandes ciudades, o sea, la mayoría de los españoles, hablamos poco con la familia y con los amigos, y menos aún con los vecinos. En los pueblos, en cambio, las relaciones pintan mejor.
Lo dice un informe dado a conocer hace una semana, titulado ‘Salud mental y territorio: diferencias entre la España Abarrotada, la Olvidada y la Vaciada’. Escrito de otra manera: entre las megaciudades (Madrid y Barcelona) y las grandes ciudades, por un lado; las medianas y pequeñas, por otro; y los pueblos de entornos rurales, por último.
Resalta una paradoja sabida, pero que no deja de ser preocupante: en donde hay más gente, hay menos relaciones sociales. Más gente para hablar, pero menos palabras que decir. La salud mental se resiente entonces. Esta encuesta ofrece datos significativos:
Ciudades con más población: más problemas de salud mental
El estudio, redactado por el Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social sobre la encuesta del IX Informe de FOESSA, recalca que en las grandes ciudades la salud mental se encuentra expuesta a problemas de vivienda, contaminación y estilo de vida “acelerado”.
Lo que acecha a ciudades de mediano tamaño (Talavera de la Reina, por ejemplo, más de 84.000 habitantes según el censo de 2024) es la sensación de olvido, y el cerco al entorno rural lo traza la despoblación y lo que ello arrastra, carencia de servicios, sin ir más lejos.
Tal y como indican los autores/as del estudio, se han ponderado factores como la calidad y cantidad de las relaciones personales, la red de cuidados de cercanía, el medio ambiente, la conciliación, el acceso a una vivienda digna o la disponibilidad de tiempo libre… A estos cabe añadir la proximidad de espacios verdes y accesibles, o “amables”, como se cataloga en el informe.
Una premisa, antes de desgranar los datos: “Estos factores suelen empeorar de manera directamente proporcional al tamaño del lugar en el que se vive”, concluye el informe.
Y añade: “En las ciudades mayores (la España Abarrotada) se dan elevados índices de estrés, la contaminación del aire y acústica son elevadas, muchas personas no viven en viviendas dignas, se emplea más tiempo en el transporte, la falta de tiempo impide tener relaciones personales de calidad y se dan situaciones de soledad no deseada”.
Colige entonces: “Como consecuencia, y a pesar de ciertos beneficios de las grandes ciudades (más oferta cultural y de ocio, mejores oportunidades laborales, etc.), la hipótesis –punto de partida del trabajo– plantea que las problemáticas características de las grandes ciudades pueden llevar a mayores probabilidades de sufrir problemas de salud mental”.
Vecinos en una ciudad. Vecinos en un pueblo
Son aquí “ciudades globales” Madrid y Barcelona, lo que cabe remarcar porque ambas acaparan datos específicos llamativos.
Un 35 % de las personas encuestadas, residentes en las dos grandes urbes españolas, afirman que su relación con familiares es “poca o muy poca”. En los municipios pequeños se pronuncia así un 22 %.
Pero no sólo las relaciones con la familia. En las enormes ciudades de Madrid y Barcelona son nulas o escasas las relaciones con los amigos en un 34 % de los casos (un 24 % en los municipios menos poblados).
La diferencia más abultada, con todo, se da en las relaciones con vecinos: un 28 % de los residentes en las grandes ciudades dice que apenas habla con quienes residen tras la puerta de enfrente, o tras la puerta de al lado. En los pequeños municipios, dice lo mismo un 9 %.
Datos de este cariz, y sobre todo las brechas entre ellos, apuntan a una percepción de la salud mental propia, en la gran ciudad, considerablemente deficiente. El informe ahonda en esto al preguntar, y resulta que en las grandes ciudades (por encima de 500.000 habitantes, menos Madrid y Barcelona) un 19 % de la población la ve mal. En las dos urbes el porcentaje es similar, un 16 %, pero no en los pueblos, un 11.
El 13 % de los/las residentes en las grandes ciudades reconoce tener en la actualidad algún problema mental diagnosticado, mientras que un 18 % asegura que fue diagnosticado. Madrid y Barcelona muestran un 11 % y un 12 %, respectivamente, para los dos parámetros.
Sin embargo, un 6 % de los habitantes de municipios poco poblados afirma tener problemas de salud mental, sea ansiedad o somatizaciones derivadas del estrés. Un 9 % señala que los tuvieron antaño.
Bienestar emocional «erosionado»
Una de las conclusiones que lanza el informe apunta a las causas: “Dichos trastornos parecen estar influidos por factores físicos (contaminación, densidad de población, falta de vivienda), así como por factores sociales (estrés, aislamiento social, ritmo de vida)”. Son “menos favorables en las áreas urbanas”, zanja.
Al menos, en lo que a salud física se refiere, el retrato aparece homogéneo: “En los pequeños municipios, un 78 % considera que su estado de salud física es muy o bastante bueno, porcentaje que apenas cambia en las ciudades de segundo y tercer orden donde las cifras rondan el 80 %, sólo en las grandes ciudades se da un descenso más marcado con un 74 % de la población”.
Pero la salud mental no sale bien parada. En nota de prensa, el Foro NESI recoge unas declaraciones de su director, Diego Isabel La Moneda, para quien “a medida que crecen las ciudades, también lo hacen los factores de estrés y la soledad».
«La falta de tiempo, la presión laboral o la dificultad de acceso a una vivienda digna están erosionando el bienestar emocional de las personas”, sentencia.








