Hay que ver el océano “como parte de un todo”, como regulador del clima, a pesar de las alteraciones causadas por el ser humano, pero que puede ser restaurado, porque “sabiendo las causas, también podemos ser la cura”; el planteamiento es “tener voluntad”, asegura la bióloga marina estadounidense Sylvia Earle.

El ser humano es el “agente del cambio” en el océano y el planeta, sostiene Earle, quien al recoger el Premio Princesa de Asturias a la Concordia 2018 dijo una de las frases más conocidas para definir la función del océano: “Sin océano no hay vida. Sin azul, no hay verde”.

La exploradora, de 88 años, ha pasado por el Oceanogràfic de València donde impartió una conferencia sobre la importancia, impactos y amenazas del mar, un espacio que ocupa más del 70 por ciento de la superficie terrestre, para viajar posteriormente a Ibiza, donde inauguró el V Foro Marino.

“No hay duda de que somos los agentes del cambio” en el planeta, dice, pero lo que realmente preocupa es “la velocidad, la aceleración y la correlación con nuestra actividad”, sostiene en relación con las consecuencias de no actuar a tiempo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), responsables del calentamiento global.

“La cuestión es si tenemos la voluntad de tomar las medidas necesarias, que llevarán tiempo, pero que en última instancia serán las que necesitamos”, apunta en referencia no solo a la quema de combustibles fósiles, sino también a la forma de cultivar los alimentos, porque “casi la mitad de la Tierra se dedica ahora a la agricultura, con una producción de metano muy grande, la producción de dióxido de carbono, y la pérdida de los lugares silvestres que normalmente servían para la captura de carbono”.

Para Earle, es necesario “entender cómo funciona el planeta y qué estamos haciendo para dañarlo” y asegura que la máxima prioridad debe ser “mantener la Tierra habitable, mantener los sistemas que todavía funcionan a nuestro favor”, para generar oxígeno, capturar carbono, mantener el tejido de la vida.

“Tenemos la capacidad que nunca hemos tenido antes de destruir a escala industrial, y lo estamos haciendo talando bosques, despojando de vida el océano”, sin apreciarlo como “fuente de sustento” y más bien se toma como “fuente de dinero”.

La minería en aguas profundas también se ve como una “fuente de dinero”, porque “sabemos cómo vender algunos de los metales que están incrustados en estos nódulos de manganeso o en las costras de las profundidades marinas”, muy apreciadas para la industria tecnológica.

Pero, se pregunta: “¿Debemos hacerlo?”, y apunta: “tenemos una opción”, elegir el “beneficio a corto plazo” para unas pocas personas, unos pocos países, unas pocas empresas, pero “todos los demás saldrán perdiendo, todos los demás pagarán el coste con sus vidas. Así que no vayamos por ahí”, advierte.

“Es un buen comienzo”, subraya en relación a la meta de protección del 30 % de naturaleza marina y terrestre para 2030 (30×30) establecida en la reunión de la COP15 de Biodiversidad, pero “no suficiente”, porque “el océano nos mantiene vivos, la naturaleza nos mantiene vivos”.

Por ello, el ser humano “tiene la única oportunidad que tendremos ahora para revertir el declive”, asegura, y advierte: “va a ser más difícil, pero este es el momento como nunca antes y tenemos el poder”.

“Todo el mundo puede hacer algo”, y se necesita que “todo el mundo haga lo que puede hacer” en términos de lo que se elige comer, cómo viajar, cómo votar, el apoyo que se puede dar a las “políticas correctas y la oposición a las políticas incorrectas, y fijarse en las cosas buenas que están ocurriendo”.

Para la bióloga marina, “podemos pasar de inclinarnos en la dirección equivocada a inclinarnos en la dirección correcta y estabilizar lo que mantiene a la Tierra habitable justo en el límite”. 

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