España y México se han vuelto a encontrar en este siglo XXI para recordar los quinientos años de la llegada de sus colonizadores a tierras aztecas.

Un tema adicional en el que también hubo coincidencia, es el de la terrible corrupción actual que carcome a las sociedades de los dos países. A ambos lados del océano hacen de las suyas las componendas y corruptelas entre políticos, funcionarios y empresarios. Compadrazgo, amiguismo y nepotismo forman parte de los formatos y adjetivos más acentuados y utilizados para robar los recursos del erario. 

En la nación ibérica, por hablar solamente de dos de sus casos de corrupción más sonados y en la misma ubicación, tenemos que incluir los megaproyectos del aeropuerto internacional de Santiago de Compostela y también la célebre -por el cúmulo de irregularidades y decepciones- Ciudad de la Cultura, en ese mismo centro turístico del norte español.

El de Santiago, un imponente aeropuerto internacional subutilizado hasta ahora, que jamás podrá competir con el famoso y concurrido aeropuerto de Oporto en Portugal, que tiene más del doble de viajeros y que se encuentra a solo 230 kilómetros del primero. Y el otro ejemplo, la pomposa Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, obra inconclusa e inviable, que puso a esa católica ciudad en el mapa mundial del despilfarro urbano. Obras faraónicas que los ciudadanos comentan como los lugares donde los sinvergüenzas enterraron la corrupción para sepultar las huellas de las deshonestidades.

Del otro lado del mar, acá en Veracruz, todo era celebración y jauja en la élite gobernante duartista hasta que, a principios de 2016, Juan Manuel del Portal, el Auditor Superior de la Federación (ASF), fue al noticiero matutino de Carlos Loret para acusar públicamente al gobernador Javier Duarte de Ochoa, pidiendo que lo metieran en la cárcel. Una noticia bomba que detonó otras investigaciones -Animal Político- junto con la salida abrupta del mandatario, su huida y su posterior captura-entrega en Guatemala.

A Duarte lo sentenciaron a purgar una condena de nueve años en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México. Gozando de extrañas canonjías, en estas semanas ha incrementado su presencia en medios para tratar de lavar culpas y echar otras. Pero de aquellos 35 mil millones de pesos que le acusaban Portal y la ASF, es casi nada lo que el Estado “ha recuperado”, si es que le creemos a Yunes Linares, exgobernador sujeto a puntual investigación por la FGR y la SHCP. 

De esa enorme suma, cabe señalar que Duarte de Ochoa se defiende día con día pretextando su inocencia plena y la de su gente de confianza. En otras palabras: nadie se robó nada.

Y ante esta insistente proclama de honestidad, quizá valga la pena recordar los dichos populares gallegos relativos a la corrupción enterrada en Santiago de Compostela. El dinero del erario veracruzano nadie lo tiene, en metálico, aunque, en efecto se hubiese perdido, porque durante toda esa gestión muy pocas obras públicas se construyeron, y los programas del gobierno, desaparecieron o fueron reducidos a su mínima expresión.

Lo que es una realidad es que los dineros públicos extraídos irregularmente en la época duartista (robados, según el iracundo sentir jarocho), sí se encuentran enterrados o convertidos en sendas y empresariales construcciones o en acogedoras residencias y fincas de descanso en diversas ciudades y poblaciones como Boca del Río, Medellín, Veracruz, Tuxpan, Alvarado, Coatzacoalcos, Poza Rica, Pánuco, Papantla, Córdoba, Orizaba, Catemaco, San Andrés Tuxtla, Perote, Jilotepec, Naolinco, Misantla, y desde luego en Xalapa, donde el duartismo emprendedor construyó entre 30  y 40 edificios para renta.

Inversiones que la voz popular adjudica a personas que han sido altamente cuestionadas, como Juan Manuel del Castillo, Vicente Benítez, Beatriz del Toro, Tarek Abdalá, Mauricio Audirac, Tony Macías, Erick Lagos, Gabriel Deantes, Alberto Silva, Gina Domínguez, Ricardo García e hijos, Erick Porres, Francisco Valencia, Antonio Gómez, Juan Manuel Velázquez, Genaro Mejía de la Merced, Edgar Spinoso, Marcelo Montiel, Víctor Rodríguez, Jorge Carvallo, Francisco Garrido, Corintia Cruz, entre muchos más. 

Dineros que fueron desviados de las cuentas oficiales utilizando multitud de empresas fantasma y cobrando obras no realizadas o con costos exorbitantes, o mediante las prácticas cajas de huevo conteniendo diez millones de pesos cada una, que sacaron descaradamente desde los propios bancos xalapeños, como lo narraba en sus borracheras de poder el viajero Carlos Aguirre.

Faltaría saber si esas maneras duartistas de enterrar la corrupción, son las que también usaron los yunistas azules en su bienio de la simulación y la furia desatada para dejar al primogénito en la silla principal de palacio. Esperaremos a que nos lo den a conocer los jueces a cargo en los procesos legales correspondientes.

No obstante, nuevos personajes podrían sobresalir en las épocas cuitlahuistas.

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