El cenote de Balamkanché, formación natural de casi un kilómetro que contiene un cuerpo de agua permanente ubicada en Chichén Itzá, Yucatán -la cual fue investigada hace 60 años por un grupo de expertos liderado por el arqueólogo Wyllys Andrews IV (1916-1971), será evocada en el primer Coloquio de Arqueología del Gran Acuífero Maya.
Organizado por la Coordinación Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en conjunto con la National Geographic Society, se llevará a cabo el miércoles 20 de noviembre en el Museo Nacional de Historia, ubicado en el Castillo de Chapultepec.
En el encuentro académico enmarcado en la conmemoración del 80 aniversario del INAH, participarán investigadores abocados al estudio de la cultura maya y a la comprensión de las cuevas como espacios clave para entender la cosmovisión o, incluso, el surgimiento y colapso de los pueblos prehispánicos que habitaron la península de Yucatán.
Guillermo de Anda, arqueólogo subacuático del INAH y director del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), informó que la conferencia magistral estará a cargo de William Folan, el último sobreviviente de la expedición de 1959, quien -al igual que su colega George Stuart (1935–2014)- será homenajeado durante el encuentro.
En el panel de conferencistas estarán Mercedes de la Garza, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), especializada en religión y simbolismos mayas; y James Brady, académico de la Universidad de California, en Los Ángeles, pionero de la arqueología en cuevas mayas. Además participarán la arqueóloga Ana Celis y el biólogo Arturo Bayona.
En un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia se señala que Balamkanché, antes considerado un sitio externo a la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, no sólo es parte de la antigua urbe —con la cual se conecta por medio de un sacbé (camino blanco, en lengua maya)—, sino que “fue uno de los sitios con un uso más temprano” dentro de la ciudad precortesiana.
“Balamkanché no sólo es el ‘trono del jaguar’, la columna y su ofrenda principal que está a 800 metros desde su acceso; la cueva tiene modificaciones muy interesantes: muros que cierran pasos naturales, ramales y construcciones alrededor de cuerpos de agua, los cuales evidencian cómo los antiguos mayas usaron esta caverna de manera integral”, destacó el director del proyecto GAM.