Arqueólogos mexicanos han sido testigos de historias insólitas y sobrenaturales difíciles de explicar en términos racionales, durante sus excavaciones de ruinas de grandes civilizaciones, iglesias y cuevas donde abundan objetos antiguos de todo el país.

“Sombras y susurros. Vivencias extrañas y tenebrosas en la arqueología”, es el título de un libro publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), publicado por la editorial Punto Rojo, que recoge por primera vez testimonios de este tipo de investigadores en sitios arqueológicos, campamentos y zonas de interés para su actividad.

Las experiencias extraordinarias y anécdotas del tipo de la popular serie estadounidense “The Twilight Zone” de los especialistas mexicanos sólo habían sido contadas hasta ahora alrededor de una fogata, entre los propios profesionales, sin ser conocidas por el gran público.

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El libro, coordinado y coeditada por los arqueólogos Luis Alberto Martos y Luis Alberto López, recoge 30 historias de los investigadores mexicanos y extranjeros donde se narran con minuciosidad episodios que desafían la razón durante la realización de sus labores arqueológicas.

Al escudriñar sobre la huella dejada por los grupos humanos del pasado, desde sus vestigios materiales, “la arqueología lleva a quienes la ejercen a contextos poco visitados o a los que la mayoría de la gente no suele acceder, como cuevas, cenotes (manantiales), selvas, desiertos y alta montaña”, explican los autores.

Entre otras cosas, los investigadores se refieren a “espíritus, guardianes, malos vientos, ‘aluxes’ (duendes en la cultura maya) y otras entidades, cuya presencia sobrepasa las explicaciones racionales”.

Como en toda sociedad, hay quienes dicen no haber tenido ninguna vivencia paranormal o fuera de la realidad, o suelen darle explicaciones racionales, pero otros suelen referir hechos dignos de un libro de los icónicos escritores de horror estadounidenses Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft.

Tanto arqueólogos, como estudiantes o trabajadores aseguran que suelen tener “sueños sincrónicos” durante sus estancias en campo, o bien, resuelven algún obstáculo en sus trabajos de búsqueda elevando ruegos a las deidades locales o colocando una ofrenda.

“Estas eran historias que nos habían pasado en las sombras y de las que solo escuchábamos susurros, ya que muchos de nosotros no las contábamos abiertamente”, señala Luis Alberto López, quien dijo que escribir sobre este tema tuvo el efecto de una “catarsis” para muchos de ellos.

A la vez, algunos arqueólogos que colaboraron con su puño y letra en la elaboración de este libro recopilatorio, como Adriana Velázquez Morlet, Francisco Mendiola, Joel Santos, Raúl Arana, Rosalba Nieto, Christian Vitry y María José Con, entre otros, pudieron experimentar su capacidad para la narrativa y acercarse a la gente.

Según los coordinadores del libro, la idea de elaborarlo fue “conocer, desde un lenguaje ameno, cómo se realiza el trabajo arqueológico: la instalación de campamentos, el registro de los contextos o el trabajo de laboratorio, entre otras etapas del mismo”.

“Todos los autores compilados llegan a una misma moraleja: el respeto, ya que más allá de ser sitios patrimoniales, los lugares que abordamos fueron hogar de gente que vivió y murió, que amó, trabajó, soñó, planeó y lloró”, señaló Luis Alberto Martos.

“Y ya sea como arqueólogos o como visitantes de zonas arqueológicas, de cenotes o de conventos, debemos respetar todas esas memorias”, indicó.

Considerado el primer registro documental en México de ese tipo de historias, lo que parece un simple libro de fantasmas, chamanes, brujas y apariciones en realidad es “la vida cotidiana” de los arqueólogos en su labor de desentrañar la forma de vida de los grupos humanos antiguos.

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A juicio de Joel Santos, uno de los autores de estas historias, “hace falta una literatura arqueológica menos científica para que despierte el interés en las personas” y al conocer estos relatos, y del conocimiento de lo que hacen los especialistas en la materia, el público puede respetar más los monumentos y sitios históricos.

Las historias de terror sobre hechos desconocidos que retan a la imaginación y a la lógica surgieron de una charla entre los coordinadores representan “un parteaguas para que los trabajos de arqueología sean más accesibles” a las personas comunes, “al ser difundidos de una manera coloquial, sencilla, clara y entendible”. 

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