A como vienen las malas noticias en este año 2020, pareciera que a partir de estos meses el planeta entero sufrirá un sensible retroceso en lo general. En México estamos a mediados del segundo año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y todo indica que no se concretarán ni el plan nacional de desarrollo, ni las expectativas de crecimiento económico, ni tampoco la Cuarta Transformación de la República que impulsa el régimen morenista.

A las difíciles circunstancias nacionales suscitadas el año pasado, vinieron a sumarse de manera preocupante los escenarios catastrofistas que dibuja la imparable pandemia del coronavirus Covid19. El crecimiento exponencial del contagio, mostrado hasta ahora por el virus, plantea escenarios bastante complejos para la humanidad y para los mexicanos. 

Acontecimientos narrados en diversos países hacen reflexionar a la población y causan nerviosismo y pánico en ciudades y pueblos. Historias de miseria humana y moral, de miles de fallecidos diarios, de cuarentenas forzosas, de medicamentos y camas insuficientes y de caídas en la producción y el empleo, alertan la extensión de tiempos revueltos y oscuros para todos, sea en naciones ricas, en pueblos emergentes o en países pobres. Pocos se salvarán de un destino ominoso.

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Las cifras de afectados ya son en millones y de cientos de miles de muertos a nivel global. Las perdidas económicas son multimillonarias y se especula en que habrá millones de empleos perdidos. 

Los apoyos económicos a empresas y ciudadanos nunca serán suficientes y la escasez de recursos financieros tiende a subir. Para empeorar la situación, los precios internacionales de petróleo se deslizan al hoyo más profundo y hemos llegado a los días en que los dueños del capital pagan porque alguien se lleve el petróleo que no pueden almacenarse porque no hay espacio para seguir guardándolo. Canadá paga ahora 8 euros por cada barril que se lleven a otro lado. En muchos sitios, como en Estados Unidos, el petróleo alcanzó precios negativos de venta, es decir, deben venderlo a menos de lo que cuesta producirlo. 

Este fenómeno que será por algún tiempo no corto, porque no hay demanda suficiente de crudo y gasolinas, tirará con efecto dominó a diversas áreas productivas, como son el turismo, decadente desde hace dos meses, la producción en la construcción y en manufacturas distintas, entre otras. En lo relativo a México, también afectará la entrada de remesas de Norteamérica. 

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Malas épocas para los mexicanos y para su ya cuestionado mandatario. Ya se habla de un 7 por ciento menos de crecimiento en este año. Y puede volverse más crítico. El próximo trimestre se dice que la caída del PIB podrá ser de un 35% cuando menos.

Aunque tarde, México tendrá que destinar mayores recursos al problema del coronavirus y sus temibles alcances. Se tendrán que cancelar proyectos de infraestructura para destinar presupuestos mayores a la salud. 

El día de ayer, el maestro Rafael Arias Hernández, brillante académico, exfuncionario probo y reconocido experto en economía, alertó la necesidad de que el gobernador de Veracruz se aplique más en sus funciones y en los deberes que tiene con el pueblo que lo eligió y que lleva una década esperando resultados positivos de sus máximas autoridades.

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Cuitláhuac García y su equipo deben prepararse ante el triste panorama que se le avecina al estado. Y la sociedad entera debe estar consciente del cercano desmoronamiento de planes individuales o grupales, de instituciones fuertes y débiles, de dispendiosos estilos y costumbres y de maneras superficiales e inhumanas de conducirse por la vida.

El desmoronamiento político, económico y social será el fenómeno más visible y doloroso en los años venideros. 

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