La Merienda es una de las canciones infantiles más conocidas de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri. La composición del orizabeño relata los continuos disgustos de un niño durante el desayuno. La primera estrofa dice lo siguiente: “Las siete ya van a dar y el niño va a merendar, las siete van a sonar y es cuento de no acabar. Porque el pequeño es un llorón que siempre sale con esta canción…”.    

Y pareciera que la pegajosa melodía del Grillito Cantor retumba en las paredes del Palacio Nacional en las conferencias mañaneras de López Obrador, durante las frecuentes ocasiones en que el presidente usa el micrófono oficial para quejarse, para criticar o para dolerse de los ataques que “de mala fe” le mandan los conservadores, los intelectuales y los periodistas de la mafia, o bien para echar las culpas a otros, o a las diversas situaciones complejas que ponen en evidencia a su gobierno. Circunstancias, todas ellas incontrolables, que ayudan a reflejar y poner de manifiesto la delicada piel del hombre que gobierna a México.

Y cada vez que esto ocurre, como bien aceitado mecanismo de defensa, las benditas redes sociales del mandatario echan a andar un ataque organizado y sistemático a todos aquellos críticos, opositores, o simples personas que disienten de los dichos, posiciones o propuestas de AMLO. 

La consigna que manejan en ese mensaje o contraataque, que puede ser burlón o agresivo, es en el sentido de que a Andrés Manuel no se le debe cuestionar, y no se le puede tocar ni con el pétalo de una rosa, bajo el falso argumento de “¿por qué lo haces, si antes, jamás se criticó a la investidura presidencial o al jefe de la república?”. Y lo plantean machaconamente como si el señor que vive en palacio fuera un ser omnipotente que no se equivoca nunca, que siempre actúa de buena fe y es equiparable a un celestial mesías nacional.

La realidad es que, hasta ahora, el presidente emanado del partido MORENA, si bien es cierto que ondea y presume banderas de “honestidad valiente”, ha cometido errores como los anteriores presidentes, además de estar rodeado de gentes tan cuestionadas como los integrantes de gabinetes previos. La letalidad de la pandemia de coronavirus, la imparable delincuencia, el aumento de feminicidios, el desempleo y la caída de la economía y la productividad, son pruebas palpables del fracaso en su gestión. De ahí emanan las críticas que recibe, son merecidas y por ello no es aceptable que tenga piel tan sensible.

Respecto a la idea que defienden los mañosos del morenismo y los neoobradoristas desinformados, acerca de que antes no hubo crítica periodística o social a los presidentes, las pruebas que hunden esa percepción errónea, surgen de la historia, de las hemerotecas y bibliotecas y de la memoria colectiva en todas direcciones apenas se investigue.

Escritores, periodistas, intelectuales y académicos del siglo XX dejaron sendos volúmenes y miles de páginas que refieren errores, olvidos, omisiones o crímenes presidenciales. La crítica y el examen ciudadano siempre han estado presentes.

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Carlos Monsiváis, Jorge Ibargüengóitia, Elena Poniatowska son tres casos de decenas más. El reportero Julio Scherer en Excelsior y Proceso es otro notable. El considerado “educador político” Eduardo del Río, Rius, es otro. Fue un caricaturista y escritor que dejó obras como “Su majestad, el PRI” o las revistas Los Agachados y El Chamuco y aquella frase imborrable: “Los gobiernos son felices con súbditos ignorantes”. De él se recuerda una ilustrativa viñeta con dos personajes que cruzan el siguiente diálogo: “¿Y usted, todavía espera algo del gobierno? ¡Sí, que se acabe!”.

En el terreno artístico, no olvidemos en los sesentas los sketches políticos de Jesús Martínez, Palillo, que con sarcasmo preguntaba a su público “tiene nombre de arcángel y su apellido es teutón, tiene sonrisa Colgate y las uñas de ratón”, en referencia al ex presidente Miguel Alemán. O al cantautor Chava Flores y sus canciones de denuncia “Las Gladiolas” y “El hijo del granadero”. 

En el cine ahí está la película del año 1999 “La Ley de Herodes” con una afilada crítica a los expresidentes Miguel Alemán, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, filme que dejó a la posteridad la siguiente frase: “Quien no tranza, no avanza”.

Durante el sexenio de Vicente Fox, una obra teatral de sátira política dio inolvidable éxito a la actriz judeomexicana Raquel Pankowsky, al interpretar magistralmente a Martita Según (la Martha Sahagún de la Pareja Presidencial foxista).

De Felipe Calderón todos recuerdan en fotos y caricaturas grotescas su uniforme militar talla grande cuando visitó su tierra en Michoacán en enero de 2007. La prensa y los medios y cómicos lo mantuvieron siempre en el piso a causa de su vena militar y su supuesto alcoholismo. 

Ahí está el programa “El privilegio de mandar” que Televisa armó para criticar a Fox, Calderón y Peña Nieto, el de La Gaviota y La Casita Blanca y miles de chistes, memes y caricaturas. Los actores y comunicadores Héctor Suárez y Brozo sufrieron censura con sus punzantes interpretaciones. Más cercana y bastante crítica, autoexiliada, la periodista Carmen Aristegui, siempre apoyando a López Obrador, hasta que fue desconocida por él, ya en la silla de palacio.

Como puede verse y comprobarse en estos breves ejemplos, la crítica periodística y social, suave o dura, siempre ha existido y a nadie debe extrañar. Resulta un ejercicio saludable y necesario en un país que se diga democrático, al que ni la fuerza institucional ni el crimen premeditado tienen el poder de acallar.

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