El refranero popular puede usarse para describir mucho de lo acontecido en la elección del domingo pasado en esta entidad federativa. Las victorias electorales de Patricia Lobeira y de Ricardo Ahued son casos notables de la abierta lucha de poder en el estado. Los triunfos del PAN en el municipio de Veracruz y de MORENA en Xalapa, confirman aquella reflexión o recomendación que surge cuando hay fuerzas que cuando se enfrentan no reciben ni hacen daño: “para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo”.

En Veracruz y Boca del Río los triunfos electorales fueron para Patricia Lobeira (quien tuvo que sustituir a su esposo, Miguel Yunes Márquez) y Juan Manuel Unanue, ambos del poderoso grupo de Miguel Ángel Yunes Linares. Respecto a Xalapa, Ricardo Ahued había jurado el sábado que él no vio injerencia del gobierno para ganar, aunque se le olvidó que llevó a desfilar en su campaña a gran parte de la burocracia al mando de Cuitláhuac García, trabajadores que es claro que no le dieron respaldo únicamente por su don de gentes y por su calculadora plasticidad.

Justamente los afanes plásticos del hidalguense le hicieron pasar del PRI al partido guinda para seguir coleccionando puestos que al hombre del don le gusta dejar botados si hay algo mejor en el horizonte. Y si analizamos a muchos actores políticos de cuño priista, fidelista y duartista (como los Ranulfos, los Deantes y varios más) que trabajaron duro para operar la elección que le favoreció generosamente el domingo, encontraremos que en el ancho corazón de la 4T hay un aceitado conjunto de exmilitantes distinguidos del partido tricolor que dicen estar transformando a Veracruz, pero para que siga exactamente igual.

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Algunos pensarían que Veracruz y Xalapa, los casos de mayor notoriedad en el país, fueron repartidos equitativamente, para no hacerse daño: dejemos Veracruz a la oposición, pero conservemos Xalapa, donde está la sede del gobierno, que no podemos perder así nomás. Y varios creen que a eso jugó teatralmente David Velasco, un importante activo empresarial, visiblemente más ligado al equipo del estero de Boca del Río que al universo morenista jarocho. Pero la fortuna xalapeña de MORENA se manifestó en más de cien alcaldías, mientras que la alianza azul, roja y amarilla obtuvo alrededor de sesenta, entre ellas la de Lobeira y la de Juan Manuel Diez en Orizaba.

Respecto a la diputación local, la misma fue conservada casi completa por el jefe del palacio, y en la federal no reparó en abandonar acción y reacción para detener a Pepe Yunes en el distrito de Coatepec. Una reciprocidad pendiente y proveniente de aquellos ruborosos tiempos en que gentilmente el peroteño dejó pasar el triunfo estatal de García Jiménez. Fuera de su distrito, Pepe, al igual que Héctor, no movieron ni el pétalo de una rosa en todo el estado, posiblemente porque ya habían deshojado algunas margaritas de sana convivencia con el cuitlahuismo y querían evidenciar con inmensa derrota a un líder malón del partido rojo, recordándole a la población que “cuando el arriero es malo, le echan la culpa al burro”.

Otra transformación para quedar iguales, se percibió en las dos puntas del estado. En Pánuco, tal como ocurre en las competencias de los corredores profesionales, a veces algunos hacen el papel del sacrificio para que gane un puntero que conviene más. Dicen en el pueblo que los García Escalante nunca pierden y que ahora ganaron, pero con MORENA, a través de un acomedido esquirol.

En Coatzacoalcos, el partido guinda y Rocío Nahle hicieron triunfar a Amado Cruz (y perder al sindicalista Carlos Vasconcelos), gracias al estratégico respaldo del montielismo pragmático del distrito, quien por “extraña” coincidencia, logró hacer ganar en el municipio de Puente Nacional a un hermano de Marcelo, el que, por cierto, es la primera ocasión que incursiona en la política. 

Un caso raro por todo lo que invirtió, fue el del candidato Rubén Carrasco, el propietario del catemaqueño refresco Coyame, que no pudo ganar la diputación por Misantla. Otro, este de justicia poética, fue el triunfo post mortem, conseguido en Cazones por René Tovar, el candidato de Movimiento Ciudadano asesinado pocas horas antes de la elección.  Un caso más fue el de Paquita, la cantante alteña a quien los electores mandaron al otro barrio de la política.

Si se analizan trayectorias de muchos de los ganadores del domingo, podrán encontrarse no pocas historias panistas y priistas de hombres y mujeres que decidieron entrar a la moda de transformarse para quedar iguales. Cerca del poder y los presupuestos, aunque ahora vestidos de honestidad valiente, debido a que, como dijo aquel, con estar a su lado henchidos de honor, con eso, ya no son iguales a los otros. 

Todos ellos, como buenos líderes, caciques, negociantes y dueños de haciendas y voluntades, dispuestos siempre a alejarse de una amarga sentencia popular: “el árbol que no da fruto, da leña”. 

Y saben que todo mundo quiere hacer leña del árbol caído. Por eso desean que el único en el suelo sea el PRI, no ellos. Lo sentenció AMLO desde 2018 y lo quiere el pueblo sabio.

Pero como lo dijo El Padrino, luego de un acostumbrado y lógico ajuste de cuentas: Nada es personal. Son solamente negocios.

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