El día primero de septiembre habrá nuevo rector en la Universidad Veracruzana. La antropóloga Sara Ladrón de Guevara dejará el cargo después de ocho años de funciones. Lo dejará después de incumplir lo ofrecido en su discurso de asunción en 2013: no hubo innovación académica con calidad, tampoco aumentó la presencia institucional en el entorno universitario nacional y mucho menos se preocupó por la honorabilidad prometida.

Muchos errores quedan para el recuerdo de su paso gris por la rectoría. Ofendió a los universitarios con el título profesional que le regaló a Rogelio Franco para que pudiera ser secretario de gobierno de Yunes Linares. Cruzó el pantano y se manchó las alas feamente, pero adquirió una extensa y costosa residencia en el centro de Xalapa que no dejó dudas de su sospechoso y opaco manejo financiero. Y el único impacto social que mostró, fue cuando dio circo y atole con el dedo a gente bien intencionada haciendo un zapateado masivo en el centro de Xalapa.

Pero hasta en la salida le salen los lodos a la señora: académicos inconformes sacaron a relucir un influyente concubinato que en el año 2020 favoreció indebidamente la designación del coordinador del doctorado en ciencias del comportamiento. Y por si faltara pus, le descubrieron 50 plazas de alto sueldo y de último minuto para asegurar el trabajo y la seguridad social al mismo número de importantes amigos de Sarita. 

La docta Sara se va por la puerta de atrás, pero con las alforjas llenas. Lamentablemente en esta ocasión el proceso sucesorio ocurre en la época más compleja de toda la historia de esa casa de estudios. Al crítico estado en que se encuentra la universidad desde hace ya varios años, hay que sumarle la terrible situación económica, de falta de cohesión social, la inseguridad pública y los daños por la pandemia de Covid-19 que sufre la población veracruzana.

La Universidad está manifestando carencias graves, principalmente aquellas que tienen que ver con la academia, la investigación y el apoyo a la sociedad. Hacia el interior, no pocos actores universitarios señalan que la institución ha carecido de transparencia, de la autocrítica necesaria y la actualización de esquemas que permitan una mejor formación de los alumnos.

Pero esta elección deja entrever aspectos preocupantes debido a que hay dos o tres personajes que han estado haciendo ruido, impulsados desde espacios políticos y oficinas del gobierno del estado. Esta circunstancia ha hecho pensar en que se encuentra en riesgo la autonomía universitaria. 

Resulta extraña la insistencia de José Roberto Ruiz, una persona que nada tiene que ver con la universidad, que ha estado en ambientes electorales y de quien se señala algún padrinazgo proveniente de otras latitudes. Tampoco se ve bien la intención de Rafael Vela, un experto en otros datos, que se dice especialista en desarrollo regional y que no hizo más que grilla barata cuando ocupó una subsecretaría en el anterior gobierno panista, casos similares a los de los señores Darío Fabián González y José Luis Cuevas. 

Si de lo que se trata es de ampliar el abanico de prospectos serios para elegir al nuevo titular de la UV, por qué no considerar en la lista a académicos o investigadores destacados de la talla de Sebastián Figueroa, Adalberto Tejeda, Carlos Welsh o Rosío Córdoba, gentes que han obtenido reconocimientos a su trayectoria y cuentan con roce internacional. 

Entre los que más se publicitan y cuentan con posibilidades para acceder a la rectoría, debe mencionarse a Jorge Manzo, Martín Aguilar, Ana Beatriz Lira y Rocío Ojeda. Y del grupo compacto de la rectora saliente se incluye a Magdalena Hernández, Héctor Coronel, Alfonso Pérez, Salvador Tapia y Carlos Lamothe. 

Ojalá que la Junta de Gobierno evalúe objetivamente a los candidatos y se decida por aquel o aquella que cuente con las condiciones éticas, académicas y de liderazgo para hacer frente a los grandes retos institucionales.

Ya se verá quienes de ellos se inscriben luego de la convocatoria. Pareciera que varios de los que llenan las columnas periodísticas orgánicas y se hacen publicar entrevistas lo hacen para esconder a un caballo negro. Porque la Universidad ya la tiene Cuitláhuac García en su poder desde hace meses: su gobierno pagó la deuda al SAT y puso en ceros las viejas cuentas pendientes. Por esa causa, y quizá asegurando sucesor y tranquilidad, la aún rectora, le acaba de incluir sus aportaciones en los gloriosos anales universitarios.

Pero para qué hacer futurismo. En menos de dos meses veremos hacia dónde se encamina la Universidad Veracruzana y hasta donde llegará la impunidad que va negociando doña Sara Ladrón de Guevara con los políticos que no mienten, no traicionan y no roban.

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