Si se recuerdan los cuatro ofrecimientos principales del presidente López Obrador desde su toma de posesión -los 4 grandes proyectos de su gobierno, con la entrega del aeropuerto en el Estado de México, puede decirse que, en efecto, el lunes se cumplió el primero. 

Y esto mueve a pensar que quizá la 4T, más que referirse a una cuarta transformación de la república, como la esbozó el ejecutivo federal en ese tiempo, y que desde luego no se ha dado y quién sabe si algún día se dé en México, esa cuatro T, tan manoseada, tan ensayada y defendida en la retórica política morenista, quizá sólo se refiera a las cuatro grandes tareas que AMLO se impuso en su gobierno.

Las cuatro tareas obradoristas que se llevan a cabo, contra viento y marea y contra rechazo social y normas ambientales y de cualquier tipo, son estas costosas obras de infraestructura que adelgazaron todos los demás presupuestos: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles -inaugurado con tlayudas y ambulantes movilizados desde Palacio Nacional para tener discurso distractor-, la Refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y, si bien les va a veracruzanos y oaxaqueños, la culminación del Proyecto del Corredor Transístmico de Tehuantepec, que se percibe complicado y atrasado en sus ambiciosos alcances. 

Hasta el momento, nadie puede asegurar que el país constata o verifica una buena gestión en materia de combate a la delincuencia, o en materia de salud, o en materia de restauración del tejido social y empleo, o en materia de reducción de la corrupción en la vida pública y privada, salvo los aplaudidores de redes sociales y los escribientes a sueldo. Esos aspectos, relacionados con un Estado de Derecho, que sí podrían entenderse como una Cuarta Transformación de la República, se han dejado para los que vienen después, o para otros que recuerden que hay una Constitución Política que debe respetarse y una división de poderes en México.

La historia se encargará de juzgar si ese aeropuerto construido por los militares fue una buena decisión en operatividad aeroportuaria y con buena relación costo-beneficio o sólo el elevado capricho de un Mesías Tropical, como definió en su ensayo el historiador Enrique Krauze a López Obrador. Así mismo, la historia nos dirá si la construcción de las obras del Tren Maya, se hicieron con apego a las leyes y previendo la economía de las generaciones futuras. Lo mismo pasará con la Refinería y con el Corredor de Tehuantepec, donde las leyes ambientales y de protección de los recursos naturales, parecen ser letra muerta y renegada en los tres poderes federales.

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Ahora veremos si el señor presidente, menos agobiado con una tarea ya concluida, ahora sí, está en condiciones de ponerse a gobernar para todos los mexicanos, y decide disminuir la acción polarizadora que tanto le complace y que a nada productivo conduce.

Y vamos con él por las siguientes 3T faltantes, antes de irse tranquilo a Palenque, Chiapas en 2024, como establece la Carta Magna, lejos de artilugios mareadores como el del 10 de abril próximo, que pocos entienden.

O será que lo que verdaderamente le preocupa a Andrés Manuel es que después de que se ventiló la vida de su hijo José Ramón López Beltrán y la Casa Gris de Houston -que lo trae descompuesto-, sea apenas la punta del iceberg de la corrupción morenista, porque los grandes esfuerzos de la transformación se avistan en “Andy”, el otro hijo de AMLO.

Andrés Manuel López Obrador no tiene derecho a fallar (según dijo) aunque… juntos pueden hacer historia, esperar es el verbo.

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