El traje de conchero es un atavío que surgió dentro de un conjunto de representaciones que los indígenas hacen de sí mismos para presentarse ante el mundo, y a la vez proporcionó elementos al imaginario europeo, por lo que se puede hablar de que, incluso, lo influyó, expuso el investigador de la Coordinación Nacional de Difusión (CND) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Gerardo Tovar Ruiz.

Sobre este grupo de danzantes, cuya actividad es fundamental en las celebraciones religiosas públicas en muchas partes del país, manifestó que la tradición de lo que se denomina concheros es algo vivo, dinámico y, por ende, en proceso de transformación.

Al participar en el seminario en línea “Antropología, historia, conservación y documentación de la música en México y el Mundo, 2022”, organizado por el INAH, a través de la CND y su Fonoteca, explicó que el concepto de conchero es reciente y se trata de una manifestación que cuenta con una serie de características generales comunes a todos los grupos que la conforman, una de ellas es que pretende tener un origen indoamericano pero, al mismo tiempo, presenta fuertes rasgos mestizos.

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“Otra, es que se conforma por grupos más o menos autónomos, unidos por vínculos de reciprocidad colaborativa; cuenta con una organización jerárquica de tipo militar, con algunas excepciones, pero básicamente se adoptaron los rasgos castrenses de lo que era el ejército español virreinal: hay rangos de soldado a regidores”, mencionó en su conferencia De guirnaldas y topacios se reviste: los orígenes del traje conchero tradicional, transmitida por el canal de la Fonoteca en YouTube, como parte de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Estudiosos del fenómeno e incluso al interior de la propia tradición, coinciden que hay dos o tres grandes grupos: la “danza de conquista” o concheros tradicionales, que utilizan un uniforme más completo, y la otra, la “danza azteca”, caracterizada por un vestuario breve, con bastante exposición del cuerpo; también reconocen una variante intermedia a la que nombran “danza chichimeca”.

Tovar Ruiz puntualizó que la variante más tradicional, la “danza de conquista”, con genealogías que se remontan al siglo XVIII, compaginada con el fenómeno de las cofradías religiosas y de indios que se dieron en esas fechas, se caracteriza por el predominio de instrumentos de cuerda —principalmente la guitarra conchera— y sonajas.

“La indumentaria está fuertemente vinculada con el imaginario barroco o la forma en la que se consideraba en esa época que era la vestimenta indígena o la de los antiguos indios, utilizando coronas con plumas de avestruz, una capa casulla y una falda”, indicó.

Por su parte, la denominada “danza azteca”, que surgió entre 1940-1950, presenta una gran influencia del movimiento del nacionalismo posrevolucionario y la estética impulsada por corrientes como el muralismo, además de nutrirse de ideas del imaginario como los famosos calendarios de Jesús Helguera.

“Su vestuario tiene una influencia marcada del romanticismo decimonónico, del neoclasicismo, de la idea que apela a la desnudez como una exhibición del ideal de la belleza. Esta variante recupera instrumentos prehispánicos como aerófonos y flautas, principalmente, y membranófonos, como el huéhuetl, el tambor de percusión”, expuso.

Así, el traje de conquista, de acuerdo con uno de los jefes principales dentro de la danza de conquista, en el siglo XX, Manuel Luna, consistía en corona, plumas, peto, capa, faldilla, falda, camisa o blusa blanca de manga larga, pulseras, sartal de huesos (opcional) y huaraches.

La tela tradicional con la que se confeccionaba el traje era terciopelo, pero en el transcurso de ese mismo siglo se incorporaron materiales como la gamuza, y ahora las telas sintéticas. “La prenda que cubre la parte superior del cuerpo, es una especie de capa, semejante a las romanas, a las casullas antiguas de sacerdote, y deben transmitir lo sagrado del acto dancístico”.

Dentro del propio traje tradicional de la “danza de la conquista” hay variantes interesantes: una que casi ya no se utiliza y que era común en el Bajío y en la fiesta del Señor de Chalma, es la que no porta capa, pero que empleaba por parte de algunos danzantes, una camisa como de satín, con colores brillantes.

El traje de la conquista, de conchero, ha sido señalado como una vestimenta de influencia excesivamente europea; sin embargo, este fue construido de manera negociada por los propios indígenas, en un proceso complejo, en el que ellos eligieron cómo representarse a sí mismos y ante la sociedad de su tiempo. “Es heredero de una larga tradición de identidad, resistencia, negociación y participación, en un orden político, religioso y social”, concluyó.

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