Algunos de los museos más importantes de Nueva York, como el MoMa o el Guggenheim, centros como el Rockefeller, o plazas emblemáticas, han sido tomados esta primavera por el arte latinoamericano.
¿Coincidencia o reconocimiento al fin de una comunidad que representa el 35% de la población neoyorquina?
“Estamos interesados en artistas y diseñadores que hacen trabajos que revelan historias ocultas”, justifica a la AFP Suzanne Wu, curadora de la exposición de la plataforma mexicana MASA, que se ha adueñado del Rockefeller Center en el último mes y medio.
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Casi un siglo después del frustrado proyecto “Hombre en la encrucijada” del gran muralista Diego Rivera para este centro, esta plataforma de la capital mexicana que expone por primera vez en Nueva York “explora la larga historia de intercambio creativo e intelectual entre México y Estados Unidos”, dice Wu.
También “refleja sus esfuerzos para presentar el diseño de resonancia conceptual y emocional que trasciende las fronteras geográficas”, agrega.
La inmigración, la cosmovisión indígena, el feminismo o el medio ambiente son algunas de las temáticas más recurridas de los artistas latinos afincados en Estados Unidos, como el salvadoreño Guadalupe Maravilla, que cuenta con sendas exposiciones en el Museo de Arte Moderno (MoMa) y el Museo de Brooklyn, o la chilena Cecilia Vicuña, que expone en el Guggenheim.
Eso se explica, según el mexicano Pablo León de la Barra, curador de pintura latinoamericana del Guggenheim, por los “contextos difíciles de los que proceden, o que son una minoría en Estados Unidos”.
Para Aimé Iglesias, directora y curadora de Artes Visuales de Americas Society, esta oferta se “corresponde con una distribución demográfica donde la presencia de los latinos es cada vez más importante” no solo en la ciudad, sino en todo el país.
Autora de un estudio sobre la presencia de artistas latinoamericanos en Nueva York entre 1965-1975, adonde emigraron, muchos, huyendo de las dictaduras latinoamericanas de la época, esta argentina dice a la AFP que “cada vez hay más espacio para artistas de estos grupos”, pues los museos están “prestando más atención”.
Con 62.3 millones de latinos en Estados Unidos, que en 2020 representaban el 19% de la población del país, “es hora de que las instituciones empiecen a reconocerlo y reduzcan las asimetrías en la programación de exhibiciones, de personal y estructuras de poder”, dice por su parte León de la Barra a la AFP.
“Es parte de nuestro compromiso de largo plazo mostrar y adquirir obras de artistas LatinX (latinos de Estados Unidos) y de América Latina, lo que hemos venido haciendo de manera creciente desde 2014”, agrega.
Cuando en la década de los 60 Nueva York se convirtió en nuevo centro de arte internacional experimental en detrimento de París, la presencia de artistas y de arte latino empezó a crecer en la capital financiera de Estados Unidos.
Tanto el MoMa como el Guggenheim empezaron a acoger exposiciones de artistas latinos. Este último incluso tenía un programa de becas, del que se beneficiaron artistas como el brasileño Hélio Oiticica, Luis Camnitzer, Marta Minujín, César Paternosto o Alejandro Puente.
La oferta cultural latinoamericana la completan las esculturas de la también mexicana Geles Cabrera en la America’s Society y las esculturas gigantes de la exposición “Here” (Aquí) del español Santi Flores en el distrito Garment de Nueva York, creada en pleno confinamiento por la pandemia, y que en palabras del autor, pretende enviar un mensaje de “reafirmación” y que “aquí seguimos”.
El Museo del Barrio, primera institución eminentemente latina de Nueva York, propone una retrospectiva de su creador, el puertorriqueño Raphael Montañez Ortíz, una figura central de arte estadounidense de la posguerra y figura clave del Destructivismo.
En septiembre, el Armory Show, la feria internacional de arte contemporáneo de Nueva York, tendrá por primera vez una sección dedicada al arte latino y al Latinx, término que define lo latino de Estados Unidos.
Pero no se trata de un fenómeno únicamente de la ciudad de los rascacielos y una de las mecas del turismo internacional y nacional, que ha recuperado el pulso tras casi dos años de pandemia de covid-19.
También ocurre en Los Ángeles, Miami, Chicago, Houston o Dallas, con fuerte presencia migratoria procedente del sur de Río Grande.
“Espero que no sea una moda, sino un trabajo sustentable, solidario y permanente”, dice por su parte Iglesias.