Los pésimos resultados del gobierno del estado de Veracruz al finalizar el cuarto año de gestión a cargo de Cuitláhuac García Jiménez, no pueden ser ocultados a la población, por más que los mandos principales intenten actividades distractoras semana tras semana. Es tan delicada la situación, que el propio presidente de la república debe venir periódicamente a esta entidad a brindarle oxígeno al displicente pupilo que nunca se esforzó en aprender.

13 o 14 veces en cuatro años ha venido López Obrador a hablarnos de la “excelencia” y “honestidad” de Cuitláhuac. Pero esos insistentes respaldos verbales a un gobierno en crisis permanente, se pierden entre los cientos de expresiones en contra, que día a día recibe el ingeniero que en lugar de hacer quedar mal al morenismo, debió continuar en su apacible y discreta labor en la docencia universitaria. 

Agustín Basilio de la Vega, exdelegado estatal de la SCT y uno de los distinguidos militantes del panismo tradicional en esta entidad federativa, acaba de publicar una columna esclarecedora sobre los pírricos logros del gobierno del estado. Con el título “La infraestructura del Gobierno de Cuitláhuac”, el también ingeniero dice en su análisis que el desencanto de la sociedad comenzó cuando se anunció un tren ligero para Xalapa, el cual jamás tuvo estudios o proyectos que indicaran su viabilidad. 

También recuerda Basilio que las últimas obras carreteras de altas especificaciones en esta entidad fueron realizadas con presupuestos de gobiernos anteriores (libramiento de Plan del Río, Libramiento de Cardel y autopista Laguna Verde- Gutiérrez Zamora), agregando que por ello el estado se ubica en los últimos lugares de crecimiento económico, con gran pérdida de empleos en la industria de la construcción. Sobre obras de infraestructura del gobierno actual, indica que estos son los resultados más pobres en los últimos treinta años, acusando que sólo se ha atendido menos del 5% de la red estatal de carreteras. 

Pero también el diputado federal José Francisco Yunes Zorrilla circuló información precisa sobre las cantidades millonarias de recursos que el gobierno de Veracruz ha devuelto a la Federación en los cinco últimos años. En 2018 fueron 247.6 millones de pesos; en 2019 fueron 813.3 millones; en 2020 se devolvió 134.8 millones; en 2021 la cifra fue por 209.5 millones, y en lo que va de este 2022, la cantidad asciende a 64.2 millones, hasta el mes de julio. “Más de mil 400 millones de pesos, de acuerdo con información proporcionada por la Secretaría de Finanzas y Planeación (SEFIPLAN)”, señala el informe de Pepe Yunes.

A esos más de mil cuatrocientos millones de pesos que ha devuelto el gobierno del estado a la Federación, quizá habrá que agregar los dineros que han regresado los ayuntamientos veracruzanos en este periodo. ¿Será un problema de ignorancia, de desconocimiento de los procesos administrativos, o será una bien diseñada estrategia para que el gobierno central recupere los recursos públicos que exigen las obras faraónicas que realiza y en las que a falta de proyectos ejecutivos y presupuestos reales, necesitan de la interminable inyección de recursos para avanzar en su construcción? Ahí está el caso del ya célebre Tren Maya, duramente criticado en los medios de comunicación del mundo.

La picardía jarocha algún día no lejano podría afirmar que Veracruz contribuyó en serio con la construcción del Tren Maya, con dos grandes vías que partieron de su territorio: las fieles devoluciones de recursos que no ejerció su irresponsable gobierno cuitlahuista, por un lado, y por el otro, las miles de toneladas de roca triturada que se envían desde las pedreras de Mozomboa en Actopan y de la sierra de Santa Martha en San Andrés Tuxtla. En una de esas hasta una de sus locomotoras en la península yucateca, podría llevar el nombre de Veracruz a sus costados.   

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