Para Nueva Zelanda el rugby es más que un simple juego, es una “religión”, un “estilo de vida”, la “columna vertebral” del país y la “obsesión nacional”. Los neozelandeses no ahorran en los adjetivos a la hora de describir su pasión número uno, aunque han hecho un hueco también al fútbol durante el Mundial femenino 2023.

La historia de amor de los “Kiwis” por el rugby queda evidente en cada rincón del país, donde escenas como un niño perfeccionando su patada en el parque o un aficionado orgulloso luciendo la camiseta de su equipo en las calles son habituales.

Pero como buenos anfitriones, los neozelandeses abrieron paso al fútbol para el Mundial, una oportunidad en la que esperan poder “intercambiar experiencias” y fusionar en un solo lugar la pasión deportiva que, no importa el deporte, contagia y une a millones de fanáticos alrededor del globo.

“Los neozelandeses somos grandes seguidores de los deportes, disfrutamos apoyando todo tipo de deportes siempre, por lo que incluso aquellos menos populares, como el fútbol, tendrán nuestro total respaldo”, dice en una entrevista con EFE el director del Museo Nacional del Rugby, Stephen Berg.

Ubicado en la pequeña localidad de Palmerston North, a unos 150 kilómetros de la capital, el recinto abrió sus puertas en 1969 y es el “el primer museo dedicado al rugby en el mundo”, con una colección que alberga unos 4.000 objetos sobre la historia de ese deporte y su extensa afición en el país.

Precisamente en este pueblo, de unos 76.000 habitantes, está alojada la selección española que disputa el Mundial de fútbol. Las jugadoras han elegido, además, el antiguo hogar de los “All Black”, el equipo nacional de rugby, como su centro de entrenamiento.

“Es genial tener a España aquí y una coincidencia increíble. Con suerte habrá una fusión entre ambos y quizás incluso las jugadoras hayan aprendido algunas habilidades de rugby para llevar a casa”, bromea el director.

En contrapartida los lugareños de Palmerston North prometen respaldar a su “equipo local”. “Y si nuestro equipo local es España, estaremos allí para apoyarlas incondicionalmente”, remata Berg.

UNA HISTORIA DE AMOR DE MÁS DE 150 AÑOS

El amorío de los “Kiwis” con el rugby se confunde con la propia historia del país -que fue una colonia del Reino Unido entre 1840 y 1907- y, desde hace 150 años, ese deporte con raíces británicas es un fuerte componente de la identidad local.

El origen de ese dinámico juego, en el que fuerza, coordinación, resistencia y velocidad juegan un rol clave, se remonta a 1870, cuando Charles Monro regresó de sus estudios en Inglaterra e introdujo el deporte a sus amigos, responsables del primer partido disputado en territorio neozelandés.

Menos de una década después, la popularidad del rugby iba en curva ascendiente y, en 1892, se creó la Unión de Rugby de Nueva Zelanda. No tardó para que se convirtiera en el deporte nacional.

“El rugby es algo intrínseco desde hace muchas generaciones en Nueva Zelanda y realmente no pensamos mucho en ello, todo el mundo juega al rugby”, explica el director.

Durante la Liga, cada sábado grupos de amigos, familias y parejas se reúnen para asistir a los partidos de sus equipos y, posteriormente, la regla es salir a los bares, pubs y fiestas a celebrar.

“Muchas relaciones se han formado gracias al rugby”, matiza Berg.

Con el paso del tiempo y a medida que el rugby se consolidaba más y más como parte del ADN neozelandés, los “Kiwis” descubrieron que “en realidad son muy buenos en eso”, un hecho que los datos comprueban.

Con tres títulos mundiales (1987, 2011 y 2015), un subcampeonato y 49 victorias a su nombre, los All Black son el equipo más exitoso en la historia de la Copa Mundial de Rugby.

Ya las Black Ferns, como se conoce a la selección femenina, ostentan su poderío absoluto con impresionantes seis títulos mundiales en el currículum, conquistados en 1998, 2002, 2006, 2010, 2017 y 2021.

Publicidad