El viernes pasado el presidente López Obrador envió al congreso de la unión el documento de su quinto informe de gobierno. Pero desde temprano se fue a Campeche a explicar sus principales logros y a recibir los aplausos del sureste. Después realizó un viaje de supervisión del tramo del Tren Maya entre esa ciudad y Mérida. 

Ante su auditorio del Centro de Convenciones dijo que la refinería de Dos Bocas estaba produciendo ese día los primeros combustibles. También anunció que en diciembre se inaugura el tren que comunicará a cinco estados del sureste.

Los consumidores de noticias pudieron verificar en videos los avances de esa gran obra ferroviaria, cuyo recorrido por tren fue realizada por el mandatario nacional y los empresarios constructores, entre los que se presumió que también estaba Carlos Slim, uno de los principales multimillonarios del mundo.

En el informe presentado ante campechanos y varios gobernadores invitados, el presidente habló de sus logros—el programa Sembrando Vida, entre ellos—. Las redes sociales se llenaron de miles de expresiones triunfalistas de sus seguidores y de no pocas menciones en contra por parte de personas inconformes.

La euforia mostrada por AMLO y el morenismo es explicable porque este es su último informe con todos los reflectores encima. El año próximo él tendrá que compartirlos con la mujer o el hombre que gane la elección presidencial. 

Pero si en este momento se medita sobre esta “euforia” presidencial y de los partidarios de Morena, debe decirse que es una euforia del instante, que se difumina en la oscuridad. En medio de la oscuridad en que vive la población avasallada e insegura ante el avance fatal de la delincuencia creciente y de los cárteles del narcotráfico, causantes de asesinatos grupales secuestros, cobros de piso, fosas de cadáveres, desapariciones y todos los demás delitos comunes que sufre la sociedad. La única verdad es que la impunidad campea en todo el territorio nacional, sin que autoridad alguna pueda enfrentarla y terminarla.

Y aunque no se quiera aceptar, hay otra oscuridad, esta es tan grave como la otra, es la oscuridad en el manejo de los recursos de la federación y de casi todas las entidades federativas, a causa de la enorme opacidad y falta de transparencia en el manejo de los recursos públicos desde hace cinco años. Esto se ha conseguido en beneficio de los 400 ladrones del obradorismo y para concretarlo disminuyó la capacidad del INAI (Instituto Nacional de Acceso a la Información), que lleva algunos años sin poder sesionar por causas originadas en la oficina presidencial.

En apoyo a esta política de opacidad general auspiciada por AMLO, desde hace un buen tiempo, él determinó que las obras prioritarias se calificaran como de interés nacional, para no rendir informes o esconderlos por varios años más. Se apoyó decidiendo que la SEDENA o la Secretaría de Marina, indistintamente, tomaran esas obras a su cargo, incluso, colocándolas bajo su mando y dependencia institucional.

Miles de millones de pesos del aeropuerto Felipe Ángeles, de la Refinería de Dos Bocas, o del Tren Maya, puede afirmarse que se encuentran en plena opacidad, sin conocerse ni difundirse públicamente a detalle los proyectos ejecutivos, los procesos de las licitaciones, los presupuestos aprobados, los incrementos presupuestales, las ampliaciones de plazos de terminación, las licencias y permisos legales, y un largo etcétera administrativo, escondido en algún rincón de la burocracia federal.

Por esta razón la euforia solo puede ser del presidente y de la generosa masa morenista que ignora la Ley. Por lo mismo, la sociedad mexicana, donde están todos los sectores inconformes o de la oposición, no puede aplaudir este lamentable estado de cosas. Los conocedores de la normatividad consideran que algún día no lejano se sabrá la oscura verdad y no será grata para muchos.

Esta euforia permanente de López Obrador, sostenida en culpas de todos los demás, y no de él, es una posición engañosa y destructiva, de una cúpula que olvidó el cumplimiento de la Ley y el compromiso que como presidente de la república, hizo de guardar y hacer respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 

De los eventos del viernes, se difunden profusamente fotografías donde puede verse al presidente, a los empresarios y personalidades del régimen, junto a los uniformados militares, como ocurre en países donde impera el autoritarismo y el discurso de un solo hombre. 

Esto recuerda mucho a las imágenes de un dictador mexicano que también presumió el avance ferroviario hace más de cien años, quien un día tuvo que abordar una nave para exiliarse de este país.  Ypiranga se llamaba aquel barco que trasladó a Francia a un Porfirio Díaz desterrado cuando comenzaba la revolución mexicana.

Publicidad