Del poder político se habla en México cuando se menciona a Andrés Manuel López Obrador. Al presidente se le tiene como fiel referente del caciquismo del poder público más alto. Es una figura que se ha eternizado porque el poder tira siempre al centro.
Sus afanes centralistas y autoritarios, minimizando a los otros poderes de la unión, le facilitan incrementar el presupuesto federal a su antojo. El documento presentado para el ejercicio 2024, su último año, contiene información preocupante.
En el caso de la deuda pública, 1.72 billones de pesos (bdp) será la cifra estratosférica que quiere contratar el gobierno federal sólo para el año próximo, en el momento que las tasas de interés son altas. Esto representa el 5.4 del Producto Interno Bruto (PIB) del país, cuando lo sano es el 2.5 del PIB, según expertos.
Esto convierte al gobierno morenista en la administración que más deuda contrate desde Fox, Calderón y Peña Nieto, sin contar las cifras de endeudamiento de los años anteriores (1.23 bdp en 2023, 1 bdp en 2022, 0.90 bdp en 2021, 0.74 bdp en 2020 y 0.71 bdp en 2019).
López Obrador ha mostrado que busca eternizarse en el mando supremo inventando que el relevo generacional se dará porque habrá ‘continuidad con cambio’. Discurso insostenible ya que la naturaleza de cada individuo es intransferible.
La demagogia vive y los tiempos del PRI se transfiguran a Morena en el siglo XXI con más fuerza. Todos los días se entrelazan cientos de opiniones para que entre unas y otras se busque comprender cuál es el juego de AMLO para el 2024.
Es tiempo de decir salud y buen provecho para creer que lo que ocurre es nuevo, insólito en un estilo político dominado por la fuerza de un López Obrador que sabe que el poder político y económico sirven para poder. El presidente se regodea haciendo creer a la sociedad que las próximas elecciones serán resueltas y vigiladas por los ciudadanos.
Ese es el espectáculo circense en cafés, tertulias de amigos o en medios de comunicación, a excepción de algún análisis serio sobre lo que acontece. Los agentes distractores hacen su juego para que no se perciba que México no va bien.
Examinar los graves problemas de la república, algunos del pasado y otros de este sexenio, debieran servir para conocer dónde estamos parados, o en este caso, hundidos. No se trata de mostrar situaciones catastróficas. Lo que ocurre es que la realidad destruye la apariencia y esta puede dañar la sensibilidad oficial, pero hay que decirlo.
Con López Obrador van más de 165 mil homicidios dolosos, de acuerdo con cifras oficiales, que, comparados con el mismo período de gobierno, con Calderón se registraron 89 mil 983 asesinatos, mientras que con Fox 48 mil 162.
Las masacres son temas que al Ejecutivo Federal no le gusta abordar y hace como que no escucha. México no supera la crisis de violencia, inseguridad, pobreza y corrupción, aunque insistan en que el pueblo está ‘feliz, feliz, feliz’ con sus datos manipulados.
En materia de salud, el desabasto de medicamentos del cuadro básico, oncológicos, psiquiátricos, neurálgicos, es una constante. A ello hay que sumar las más de 330 mil muertes registradas ‘oficialmente’ por el Covid-19.
Sin embargo, con la entrega del Presupuesto 2024, el circo obradorista se desmorona. La deuda pública incrementó, el Tren Maya ha salido más caro, la refinería Dos Bocas está inundada de sobrecostos y corrupción y, el AIFA absorbe más recursos públicos porque no es rentable.
El Tren Maya fue proyectado en 2019 con un costo de 156 mil mdp, pero para el 2024 tendrá presupuestado 120 mil más. En el acumulado alcanza un costo actualizado de 515 mil 762 mdp, es decir, cuatro veces más caro a lo dicho, sin olvidar que no se derribaría un sólo árbol, van miles.
La refinería Dos Bocas se dijo que costaría 8 mil millones de dólares y tiene un costo actualizado entre los 16 y 17 mmdd. A la fecha no produce un sólo barril de petróleo y si muchos anuncios mediáticos pagados a medios obedientes al régimen. Los especialistas estiman se triplique la cifra inicial.
Aquí algunas realidades de México, en el que la política central es repartir dinero público, aunque provenga de préstamos, donde frecuentan las ocurrencias palaciegas, donde la banana se convierte en república, y donde los delitos cometidos por políticos no son delitos, se plantean como problemas políticos que requieren soluciones políticas, no tribunales.
La impunidad se entrega en la nación con demasiada anchura, en tanto la población embelesada por el obradorismo sigue entretenida en el teatro político del jefe Andrés Manuel, quien ahora se rodea de militares junto a los grandes capitalistas de siempre.