Cecilia Durán Mena*
En 1999, el Dalai Lama publicó un libro que tituló La ética del nuevo milenio, en la que se puede leer: “Todos los seres humanos, independientemente de su condición económica, social, su credo o su raza tiene que vivir en un contexto de limitaciones impuestas por las circunstancias de vida”. Dicho de otra forma, los seres humanos tenemos que enfrentar, aprender a sortear y a convivir con la incertidumbre.
En el terreno de los negocios, no hay mucha alternativa. El riesgo es una variable que se puede disminuir pero jamás desaparecer. Lo que sí es una certeza es que al abordar los temas profesionales, de emprendimiento o de negocios en general, la ley universal es que todos queremos ganar, conservar lo que hemos construido y recuperar lo que en algún momento pudimos perder. Por supuesto, nos gustaría contar con una lámpara que nos sirviera de ayuda. Pero, no queremos que nos pase lo que a Diógenes: que se hizo famoso por el hecho de que aparecía por las plazas de Atenas a plena luz del día portando una lámpara de aceite de oliva mientras decía que buscaba un hombre honesto, dejando ver cuán difícil era encontrar.
Claro que resulta angustiante imaginar que iremos caminando en la penumbra, sin una luz que nos aclare el panorama y sin que alguien nos pueda advertir cuál es la dirección correcta. Y, aunque en cierta forma, así funciona el riesgo, la perspectiva puede cambiar y ayudarnos a que el recorrido sea disfrutable y eficiente.
Habrá que empezar con los pies firmes, entendiendo que no podemos lograr aquello que no se ve. Tal como lo escribió Marcel Proust: “No se trata de descubrir nuevos paisajes sino de tener nuevos ojos”. Los negocios, en medio de este mar de incertidumbre, buscan: generar utilidades —ganar— crear una ventaja competitiva sostenida —conservar— y, si por alguna razón en el trayecto nos topamos con el fracaso, aprender que fracasar no es perder, sino aprender cuál es la perspectiva incorrecta y enmendar el camino —recuperarse—. Pero, los desafíos que se presentan no se plantean como en los libros de matemáticas en los que nos dan todas las variables para despejar la incógnita. Ojalá, pero no es así. Hay que irlas descubriendo. Para ello, hay que poner atención.
Existe una convergencia entre las palabras del Dalai Lama y las de Marcel Proust. Ambos nos hacen una invitación a ser mejores observadores. Para ganar, conservar y recuperarse en los negocios, necesitamos ser más competentes en nuestras habilidades que nos llevan a ampliar la visión. Para iluminar la penumbra existen reflexiones importantes que debemos llevar a cabo:
1. ¿Será que mi visión de las cosas me está llevando a conseguir los resultados que yo quiero? Hay una verdad de perugrullo que es enorme y sólida. Yo no puedo cambiar a nadie más que a mí mismo. Esto no quiere decir que no seamos capaces de influenciar y motivar a alguien más. Pero, las valoraciones vienen en primera persona. Y, si yo no puedo cambiar aquello que no veo, y si mi capacidad de cambio empieza por mí mismo, ahí se encuentra el primer paso. Es decir, hay que comenzar definiendo qué es lo que quiero ganar, conservar y/o recuperar.
2. ¿Cómo interactuo y coordino acciones con los demás? Hay gente que piensa que las ideas se concretan por decreto. Falso. No hay mentira más grande que aquella que se cree que por imaginar algo, se transformará en algo concreto. Nuestra forma de comunicar lo que pensamos tiene un efecto directo sobre lo que deseamos lograr. Los canales por los que deseamos interactuar y conectarnos con el exterior y los modos que tengo para coordinar las acciones inciden en el resultado que voy a obtener.
3. ¿Por qué, a pesar de todos los esfuerzos, sigo obteniendo los mismos resultados? Pues por eso precisamente. Albert Einstein decía con toda razón: “Si quieres resultados diferentes, haz cosas diferentes”. En énfasis está en aprender para progresar. Es decir, si ya probé que ese camino no me lleva a la meta deseada, ¿por qué insistir en ese sendero? La mejora biene de la renovación. Si quiero mejores resultados en términos de relaciones interpersonales, de efectos financieros, de ramificaciones productivas, debo innovar y probar formas diferentes a las históricamente elegidas.
4. ¿Ya te diste cuenta que siempre que algo salió mal, tú estuviste ahí? Si efectivamente, estuviste ahí puedes valorar cuales fueron las direcciones que desviaron la ruta y nos llevaron a un destino indeseado. En efecto, somos el común denominador en nuestra propia historia, en la de nuestros proyectos y planes.
Si esto es así —y lo es—, tenemos que hacernos cargo de las disyuntivas que se nos han planteado y las decisiones que hemos tomado. Por ejemplo, resolver un conflicto profesional, reconocer que cometimos un error corre en el mismo eje y en sentido contrario de mantener la dignidad. Nos rehusamos a reconocer que nos equivocamos porque tememos que nuestro prestigio salga despostillado. Otro ejemplo: privilegiar el trabajo en equipo y dar pie a mayor participación o centralizar la toma de decisiones.
Muchos de nosotros somos malos observadores, especialmente en lo que atañe a nosotros mismos. Lo peor es que caemos en la práctica de hacer las cosas sin poner atención en cómo nuestras decisiones y nuestras actitudes influyen en las experiencias y sus resultados.
En particular, la pobre observación, la distracción es una de las primeras trampas en las que caemos. No es posible determinar cuáles fueron los factores que nos llevaron a ganar o perder, a conservar o a extraviar, a recuperar o a dejar pasar si no ponemos atención. Necesitamos tener esa visión atenta y ampliada que continuamente está al tanto de lo que se quiere, el rumbo que se elige, las decisiones que se toman. Somos seres de decisiones. Constantemente estamos escogiendo y moviéndonos por el mundo. Lo hacemos, más allá de nuestra condición social, económica, nuestros credos o razas y nuestros movimientos tienen que ir de acuerdo con un contexto de limitaciones impuestas por las circunstancias de vida. Esas que tenemos que identificar.
Esta visión ampliada inicia con la posibilidad de poner atención. Por ejemplo, estás leyendo esta columna de opinión: ¿Qué piensas de esto? Es importante caer en la cuenta de lo que estas palabras resuenan en mí hoy, aquí y ahora. Si logro estar atenta, tendré mayores y mejores herramientas para campear la penumbra y obtener los resultados que yo espero.
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