En su alocución previa a la oración mariana del Ángelus el XII Domingo del Tiempo Ordinario, el Papa subrayó que las pruebas afrontadas con el Señor al lado nos hacen más valientes.

Incluso en medio de la confusión y la angustia, debemos abandonarnos al Señor, confiando siempre en Él. Este fue el reconfortante mensaje que el Papa Francisco ofreció a los fieles en su reflexión previa a la oración mariana del Ángelus correspondiente al XII Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de junio de 2024.

Dirigiéndose a los miles de peregrinos reunidos en una tórrida y nublada Plaza de San Pedro, el Santo Padre reflexionó sobre la lectura del Evangelio de hoy según San Marcos, que narra la historia de cuando Jesús y los discípulos estaban en una barca en el lago Tiberíades, y los discípulos estaban atemorizados, mientras Jesús dormía, cuando una repentina y fuerte tormenta amenazó, o eso parecía, con hundir la barca.

“Parece que Jesús quiere ponerlos a prueba”, observó el Pontífice, quien de inmediato aclaró: “Sin embargo, no los deja solos, se queda con ellos en la barca, tranquilo, incluso durmiendo. Y cuando estalla la tormenta, con su presencia los tranquiliza, los anima, los incita a tener más fe y los acompaña más allá del peligro. ¿Por qué hace así?”.

“Para fortalecer la fe de los discípulos y hacerlos más valientes”, respondió el Sucesor de Pedro, añadiendo: “En efecto, salen de esta experiencia más conscientes del poder de Jesús y de su presencia en medio de ellos y, por tanto, más fuertes y dispuestos a afrontar otros obstáculos y dificultades, incluido el miedo a aventurarse a proclamar el Evangelio. Habiendo superado esta prueba con Él, sabrán afrontar muchas otras, incluso hasta la cruz y el martirio, para llevar el Evangelio a todos los pueblos”.

Confiar en el Señor en medio de la confusión

“Jesús hace lo mismo con nosotros, particularmente en la Eucaristía”, afirmó el Sucesor de Pedro: “Nos reúne en torno a Sí, nos da su Palabra, nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre, y luego nos invita a ponernos en camino, a transmitir a todos lo que hemos oído y a compartir con todos lo que hemos recibido, en la vida cotidiana, incluso cuando es difícil”.

“No nos ahorra las contrariedades, pero sin abandonarnos nunca, nos ayuda a afrontarlas. Nos hace valientes. Así también nosotros, superándolas con su ayuda, aprendemos cada vez más a abrazarnos a Él, a confiar en su poder, que va mucho más allá de nuestras capacidades, a superar incertidumbres y hesitaciones, cerrazones y prejuicios, con valentía y grandeza de corazón, para decir a todos que el Reino de los Cielos está presente, está aquí, y que con Jesús a nuestro lado podemos hacerlo crecer juntos más allá de todas las barreras.”

¿Me dejo arrollar por la agitación o me aferro a Él?

Hacia el final de su meditación, el Papa invitó a los fieles a preguntarse: 

“En tiempos de prueba, ¿soy capaz de hacer memoria de los momentos de mi vida en los que he experimentado la presencia y la ayuda del Señor? Cuando llega alguna tormenta, ¿me dejo arrollar por la agitación, o me aferro a Él para encontrar la calma y la paz en la oración, en el silencio, en la escucha de la Palabra, en la adoración y en el compartir fraterno de la fe?”.

El Pontífice elevó una súplica a la Virgen María, “que aceptó la voluntad de Dios con humildad y valentía”, para que “nos conceda, en los momentos difíciles, la serenidad del abandono en Él”.

Insiste en negociar para alcanzar la paz

“¡Hay que negociar!”. Tras rezar el Ángelus y saludar a los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro -incluidos los que participaron en la manifestación nacional “Escojamos la vida”-, el Papa insistió en seguir rezando por la paz, pidiendo que el Espíritu Santo ilumine la mente de los gobernantes para buscar una “solución pacífica a los conflictos”:

“Sigamos rezando por la paz, especialmente en Ucrania, en Palestina, en Israel. Miro la bandera de Israel (…). ¡Recemos por la paz! Palestina, Gaza, el norte del Congo… ¡Recemos por la paz! Y paz en la martirizada Ucrania, que tanto está sufriendo, ¡que haya paz! Que el Espíritu Santo ilumine las mentes de los gobernantes, les infunda sabiduría y sentido de la responsabilidad, para evitar cualquier acción o palabra que alimente el conflicto y, en su lugar, busquen resueltamente una solución pacífica a los conflictos. La negociación es necesaria”.

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