Asomos a la vasta obra del arqueólogo Ignacio Bernal y García Pimentel (1910-1992), quien fuera director del INAH y una de las mentes más preclaras de la intelectualidad mexicana en el siglo XX, fueron compartidos por familiares y discípulos de su saber en una conferencia virtual organizada por El Colegio Nacional, la cual contó con la participación de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La charla Remembranza de Ignacio Bernal a 30 años de su fallecimiento inauguró el cuarto año del ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, coordinado por el director del Proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján. El abogado Carlos Bernal Verea, hijo del homenajeado, quien asistió como invitado especial, compartió diversas anécdotas acerca de la personalidad y la vida familiar del arqueólogo.
Al respecto, recordó la afición de Bernal hacia los perros, especialmente por los de la raza dachshund, conocidos como ‘perros salchicha’, y por los ferales. Justamente, contó Carlos Bernal, fue un perro callejero llamado por él y sus hermanos “Cuchifláis”, el protagonista de una peculiar anécdota.
Para llegar a esta historia, el conferencista explicó que su padre tenía dos bibliotecas en casa: la primera y más grande de ellas contenía las obras de arqueología, antropología y otras disciplinas relacionadas con su línea de trabajo; y la segunda, de menor tamaño, reunía libros de literatura en general, incluidos textos que había heredado de su abuelo materno, el historiador Luis García Pimentel, e incluso de su bisabuelo, el bibliógrafo y también historiador Joaquín García Icazbalceta.
Cierta tarde, recordó Carlos Bernal, el pequeño “Cuchifláis” fue encontrado dentro de la segunda biblioteca, mordiendo y jugando con el lomo de un incunable, un libro que había sido creado en el siglo XV, durante los inicios de la imprenta.
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“Todos pensamos que aquello iba ser el fin de “Cuchifláis”, que lo iban a correr de la casa, pero cuando papá lo vio simplemente empezó a reír y dijo que aquel era un perro muy listo, pues al parecer quería conocer de historia y aprender latín”.
Y es que la vida del arqueólogo Ignacio Bernal, comentaron dos de sus discípulos, los arqueólogos Eduardo Matos Moctezuma y Nelly Robles García, adscritos al Museo del Templo Mayor y al Centro INAH Oaxaca, respectivamente, estuvo marcada por la combinación de su erudición y su sentido del humor.
“En los momentos de discusiones académicas, el maestro Bernal siempre sabía expresar con palabras sencillas, no exentas de humor, respuestas adecuadas a interrogantes que, para otros, eran motivo de profundas y largas disquisiciones”, comentó Eduardo Matos.
Junto con el también arqueólogo Iván Rivera Guzmán, especialista en la arqueología y la epigrafía de Oaxaca, se comentaron los numerosos aportes de Bernal a la investigación de grandes regiones culturales como la Mixteca y el Valle de Oaxaca, y de los sitios arqueológicos de Teotihuacan y Monte Albán.
Tan solo en el valle oaxaqueño, comentó la arqueóloga Nelly Robles, Bernal recorrió y documentó más de 200 sitios, a la par que realizó importantes exploraciones y consolidaciones en Dainzú, Yagul, Noriega y San Luis Beltrán, entre otros.
“Recuerdo el interés que el profesor Bernal puso en equilibrar el paisaje cultural con el natural en Monte Albán, o las gestiones que realizó en Mitla para detener el saqueo al que estaba siendo sometido el sitio arqueológico”, apuntó.
Como cierre de la conferencia, Eduardo Matos e Iván Rivera comentaron lo importante que han sido las obras escritas por Bernal, ya que a través de ellas continúan formándose numerosas generaciones de arqueólogos.
Después de todo, siendo descendiente de escritores e incluso hermano del conocido diplomático y autor del género policíaco, Rafael Bernal, obras como Introducción a la arqueología (1952), Tenochtitlan en una isla (1959) e Historia de la arqueología en México (1979) estaban desde un inicio llamadas a convertirse en clásicos, concluyeron.