En la nota preliminar de Tlatelolco a través de los tiempos (1945), el arqueólogo Pablo Martínez del Río brinda agradecimientos a sus colaboradores; a los hombres les antecedente su título profesional, mientras que la responsable de campo, María Antonieta Espejo Vázquez del Mercado, solo es mencionada llanamente como “señora”. Reivindicar figuras como la de esta arqueóloga es el objetivo del ciclo “Mujeres: aportes a la historia, el arte y otras ciencias sociales”.
El perfil de la maestra en Antropología y a quien se debe el descubrimiento del Templo Mayor de Tlatelolco, sucedido el 12 de mayo de 1944, fue trazado por el coordinador del Proyecto Tlatelolco, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Salvador Guilliem Arroyo, en la actividad organizada por la Academia Mexicana de la Historia.
Apoyado en imágenes inéditas de los trabajos de Espejo en Tlatelolco, parte de un archivo a resguardo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), el arqueólogo destacó varios de sus logros, por ejemplo, la creación del primer museo de sitio de la zona arqueológica, la excavación de la Etapa II del Templo Mayor de Tlatelolco y el primer plano de los vestigios.
Contribuyó además para que la iglesia de Santiago, la cual fue utilizada como almacén de explosivos, regresara a manos del culto franciscano; primer paso para que, en julio de 1946, bajo la presidencia de Manuel Ávila Camacho, se decretara que el patio y anexos del antiguo convento, para entonces prisión militar, fueran cedidos al INAH, por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional.
En algunas de esas fotografías se observa un cuarto de dos metros cuadrados adyacente a la parroquia, con una cabeza de serpiente empotrada en la pared, en el que la arqueóloga montó el primer museo de sitio. También se observa un vetusto árbol y grandes bloques de cantera dispersos en los terrenos frente al templo, el espacio donde comenzarían las exploraciones el 8 de abril de 1944.
En la serie aparecen personajes ineludibles, como el propio Pablo Martínez del Río, Robert H. Barlow, Rafael García Granados, Alfonso Caso y Eduardo Noguera, pero también mujeres con vestidos de holanes que, al parecer, acudían por otro motivo y terminaban bajando a las excavaciones.
“Cuando Antonieta Espejo empezó a abrir los pisos para hacer el primer pozo, el cual quedaba encima del Templo Mayor, se localizaron miles de entierros, según menciona en su diario de campo. Ella calculaba 10 mil. Para ese momento, aún desconocía que se trataba del edificio principal del recinto sagrado.
“En ese pozo, en la parte sur del Templo Mayor, es decir, correspondiente al altar de Huitzilopochtli, apareció la etapa constructiva más antigua de Tlatelolco (900-1200 d.C.). Los pozos 1 y 2 llevarían al registro de la Etapa II, las excavaciones se extenderían al poniente y fueron liberando, escalinata tras escalinata, las sobreposiciones del Templo Mayor”, explicó el investigador.
Algo fundamental de los trabajos encabezados por la arqueóloga Espejo –continuó–, es que los pozos derivaron en calas, “no es realmente una búsqueda de cerámica con capas estratigráficas, como fue la propuesta original, sino que el equipo sabía que iban descubrir el gran Templo Mayor.
“Para septiembre-octubre de 1944, cuando ya había una buena parte liberada, Eduardo Noguera le comentó a Antonieta Espejo: ve a Tenayuca y mídelo (el Templo Mayor), son idénticos, y además es similar a lo descubierto por Manuel Gamio en la calle de Las Escalerillas (Seminario y Guatemala), del Templo Mayor de Tenochtitlan. Así lo hizo Antonieta, y empezó por vez primera la comparación de estos tres maravillosos sitios, que todo indica se desarrollaron en paralelo”, expuso Guilliem Arroyo.
A pesar de su nimia mención en la nota preliminar de Tlatelolco a través de los tiempos, Antonieta Espejo fue consultada y elogiada en los periódicos que reportaban los avances de los descubrimientos e, incluso, por algún novelista extranjero. En uno de esos diarios se lee: “La culta y dinámica arqueóloga, señora Antonieta Espejo, mostrando a Joyce Davlin la alfarda y la gradería de la estructura”.
Por último, el coordinador del Proyecto Tlatelolco comentó que apenas se está tomando la punta de la madeja del archivo que custodia la BNAH, porque en él se encuentran además imágenes de carácter etnográfico, otra de las facetas poco exploradas, sino desconocidas, de la enorme científica social que fue Antonieta Espejo Vázquez del Mercado.