Si bien el arranque del magno proyecto de ensayo crítico que ahora conocemos popularmente como el “Abecedario del cine mexicano”, del investigador y analista fílmico Jorge Ayala Blanco (Ciudad de México, 1942), no pudo ser más fortuito, actualmente se ha consolidado como una serie bibliográfica de obligada referencia no sólo en México sino a nivel internacional a la que este año se han añadido los dos volúmenes más recientes de su personalísimo proyecto: La orgánica del cine mexicano (2020), escrito entre mayo de 2018 y abril de 2019, y La potencia del cine mexicano (2021), elaborado entre mayo del 2019 y abril del 2020, es decir, prácticamente previos al confinamiento provocado por la pandemia de la Covid-19.

Este jueves, en punto de las 20:00 horas, ambos tomos serán presentados de manera virtual, en una teleconferencia que será transmitida a través de la página Facebook de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (enac), de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), instituciones que también editan actualmente su obra.

Cuando Jorge Ayala Blanco ingresó como becario al Centro Mexicano de Escritores en 1965 —a la precoz edad de 23 años—, tras proponer una serie de ensayos para estudiar “en serio” al cine mexicano, teniendo como monitores nada menos que a Juan Rulfo, Juan José Arreola y Francisco Monterde, no imaginaría que aquel proyecto, llamado tentativamente Escarnio y pasión del cine mexicano, emergería de las imprentas de editorial Era ya con el título de La aventura del cine mexicano, el fatídico y atroz 2 de octubre de 1968 y no sería sino hasta seis años mas tarde cuando el mismo sello le publicó la continuación, llamada La búsqueda del cine mexicano, en 1974, cuando comenzaron las bromas recurrentes, en el sentido que le faltaba la letra “c”, para armar un abecé cinematográfico patrio. Ya para 1986, con la aparición de una tercera colección de ensayos, La condición del cine mexicano, devino en el establecimiento de un proyecto de análisis académico tan personal e inimitable, que no encuentra parangón en su disciplina.

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La mesa de presentadores de La orgánica… y La potencia estará conformada por la investigadora y productora fílmica Perla Ciuk; el actual director de la enac, Manuel López Monroy, así como su ex directora, Maricarmen De Lara; su jefe del Departamento de Publicaciones, Rodolfo Peláez, y su secretaria General, Sandra Loewe, junto con el autor de esta nota.

En el prólogo del primero, el autor señala: “El cine mexicano de hoy es un organismo vivo, de muchas maneras vivo, pese a todo, a muchos todos, y acaso la única manera consecuente de abordarlo e intentar abarcarlo sea a través de una orgánica. Una orgánica semióticamente abierta, a la vez química, biológica, psicosociológica y política, pero también cultural y artística, literaria y filosófica. Un estudio orgánico, que este volumen, tan modesta cuan ambiciosamente, aspira a constituir.”

Y prosigue: “Sea, entonces, La orgánica del cine mexicano, y no La oscuridad del cine mexicano, ni La obstinación…, ni La ociosidad…, ni La ojetez…, como se pretendió durante su redacción, respondiendo a las aspiraciones evidentes o soslayas de las películas consideradas sobre la marcha, ya que el cine mexicano actual y factual aspira a una orgánica que lo libere de la implícita censura dominante en nuestro país, al condenarlo a ser juzgado prescindible de dos maneras extremas: como simple pieza de consumo, más o menos masivo e inocuo, o como obra de arte, sin espectadores ni posibilidad de recuperación económica.”

En cuanto al prólogo del segundo de ellos, el profesor decano de la enac, en la que imparte materias de análisis desde hace 56 años, explica: “Así pues, la potencia del cine mexicano va por todo en el mejor momento prolífico y ubérrimo de su Historia: 176 películas de largometraje producidas en 2019, aunque no por ello todas lucrativas y rentables, si bien consiguiendo, a pesar de la existencia de mazacotes inexhibibles y diversos productos complejos muy minoritarios, hasta buenos resultados en taquilla y en festivales internacionales, gracias a su diversidad de propósitos, de estilos, de generaciones confluyendo en un mismo punto: La potencia del cine mexicano.”

En seguida advierte: “aun hoy, en el arranque de los supuestos cambios radicales que propiciaría un nuevo régimen gubernamental, volcado a la ‘batalla titánica’ (María Novaro la directora relevo del Instituto Mexicano de Cinematografía dixit) por promover el cine nacional y generar espacios en una relación sana con el público, a programas de vinculación regional y comunitaria, a la fundación de centros de posproducción de cine indígena y talleres de cine comunitario en el México profundo, y satisfecho con no haber reducido el apoyo a la producción cinematográfica, pese a sus aventuradas políticas de austeridad, si bien de pronto decidiendo desaparecer los dos respaldos ofrecidos tradicionalmente por el Estado a las casas productoras y cuyos proyectos serían evaluados y juzgados por miembros del medio fílmico: el Fondo para laProducción Cinematográfica de Calidad (Foprocine, creado en 1997 y contando ya con 408 proyectos aprobados a la fecha), para producciones y coproducciones de cine de autor o consideradas de riesgo, y el Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine, creado en 2001 y con 289 proyectos aprobados), para las cintas consideradas de claro corte comercial: una temeraria desaparición con resultados aún por verse.”

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