Raúl Jiménez Guillén/La Jornada de Oriente 

Camaxtli. Es una novela que inicia con la subida de un pequeño grupo de cuatro cempoaltecas en función de mensajeros para entrevistarse con los tlaxcaltecas. Los hombres “que aparecieron por el mar” desean atravesar su territorio. En la frontera los detienen los otomíes.

Los mensajeros son recibidos por los caciques de Tlaxcala quienes escuchan la petición que presentan como solicitud del cacique gordo. La petición de Hernán Cortes y se comenta la posibilidad de establecer una relación que puede ser benéfica para enfrentar un enemigo común.

El narrador de Camaxtli, es Acatzin, pariente lejano de los Xicoténcatl. Que es entregado al capitán para ser formado como militar y en razón del significado de su nombre busca demostrar lo contrario. No ser un pequeño carrizo sino un árbol frondoso. Descubre que su tarea es convertirse en cronista de su pueblo.

La primera descripción se refiere a lo que llama “los engendros”. Españoles que montan a caballo a los que se imaginan animales con cuatro patas y dos cabezas. A los que enfrentan los defensores de la frontera tlaxcaltecas. Los otomís herederos de la valentía del gran Tlahuicole.

En tanto Acatzin vive otro combate. Sus padres le informan llegado el momento de comprometerse en matrimonio. Para lo cual establecen comunicación con el gobernante de una nación vecina.  El nombre de ella es Aquetzalli.

El doble lenguaje

En la preparación de su primera batalla, los ejércitos tlaxcaltecas defienden dos posiciones. La que viene del sur con “los engendros” y la del norte que puede ser enviada por los mexicas a través de algunos pueblos subordinados a ellos. Lo que tienen claro por voz de su capitán es que no combatirán contra dioses, sino contra otros iguales pero diferentes.

El primer encuentro es entre alrededor de mil guerreros, incluidos los pocos españoles y del lado de los tlaxcaltecas diez veces más. La diferencia se marca por los trajes de protección personal, las armaduras. Por el otro, los caballos, los fusiles y los cañones que hacen tanto daño que los tlaxcaltecas y otomíes no alcanzan a comprender de donde sale tanto trueno.

Mientras en Ocotelulco Maxicatzin organiza la resistencia interior. Explica a algunos capitanes que tiene información de los españoles que no desean pelear. Porque buscan  establecer nuevas rutas de comercio y en ello compaginan con Ocotelulco. Si suman pueden abrir la ruta hacia el mar y recuperar sus rutas de comercio.

La derrota en la mesa no en los campos de batalla

La disputa se lleva al seno del senado y se produce una encrucijada entre lo que hacen los españoles y lo que desean hacer los tlaxcaltecas. Los primeros “con una mano nos ofrecen amistad y con la otra nos agreden” y en el segundo, por un lado, se les combate y por el otro se les ofrece una alianza.

En el campo de batalla Acatzin forma parte del grupo que logra engañar y meter a una jinete en una zona estrecha y al quedar atrapado le da varios golpes con su macuahuitl hasta que desgaja la cabeza del caballo para demostrar que los enemigos no son dioses. Los engendros son hombres montando a caballo.

A pesar de que han esperado 40 mil guerreros de refresco, en la segunda batalla una vez que los de Tizatlán salen al campo de batalla, cuando quieren refaccionar, tocan retirada, ninguno de los otros ejércitos toma la alternativa y dejan solo al ejército de Xicoténcatl. La derrota es de sus propios aliados no de los futuros.

La derrota no se produce en el campo de batalla sino en las negociaciones promovidas en Ocotelulco. De ahí que el primer encuentro entre Cortés y Xicoténcatl mediado por La Malinche, fue la de un triunfador y un derrotado. Una marca que lo conduciría a la horca.

Recibidos en Tizatlán y después de preguntar sobre las posibilidades de una alianza que les permita disminuir los tributos y abrir el comercio, toman la decisión de formalizarla a partir de que las hijas de los caciques contraigan matrimonio con los miembros de primera línea del ejército español.

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La alteración de la vida cotidiana

La alianza provoca otro perjudicado Acatzin, porque siendo el padre de Aquetzalli miembro de las familias de caciques entrega a su hija para casarse con algún capitán español, por lo que el compromiso no puede cumplirse y le ofrecen a la hermana, pero es tal su amor que casi enloquece.

Ante la injusticia Acatzin busca venganza y acude a Xicoténcatl. Este le dice que no puede ayudarlo porque no está en el ánimo de los españoles, pero comparte la idea de acudir al adivino que intercede ante los dioses para darle esperanza de que algún día “el agua volverá a su cauce”.

Las mujeres pasan a ser propiedad del español. La religión se convierte en el medio para soportar la violencia de quienes las poseen. Para algunos es la posibilidad de mantener o subir de rango, para las más simplemente es pasar de una mano a otra, ya que han sido preparadas para obedecer la decisión de los padres.

En la clasificación de Castro Leal de novela histórica, novelas de ambientación histórica o historias noveladas. “Los designios de Camaxtli” de Héctor González Aguilar ( es una novela histórica que recuerda mucho a la novela Jicotencatl porque el centro de la trama es la historia de amor entre Acatzin y Aquetzalli, de forma similar a la de Teutila y Jicotencatl.

El autor retrata y lo hace bien, lo que pasa con la vida cotidiana de la población, esa que no forma parte de las elites políticas de los cuatro señoríos y que de pronto se ven inmersos en una alianza de la que poco saben pero que tiene que obedecer en función de un “asunto mayor” como es quitarse el yugo de los tenochcas.

Quizá sea una forma diferente de recorrer otro lienzo de Tlaxcala. Para entender porque “El tlaxcalteca nació para defender su tierra, para morir por ella, se le ha preparado para pelear sin mostrar miedo al enemigo”.

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