Oriundo de Olinalá, pueblo ubicado en la montaña de Guerrero dedicado tradicionalmente al arte en maque o laca, Bernardo Rosendo Ponce, artista plástico, incorpora las técnicas tradicionales a una nueva propuesta para el diseño de artesanías de Olinalá, reconocidas internacionalmente.
El maque, explica en entrevista, se puede describir como un recubrimiento de origen vegetal que se tiñe y se va poniendo en capas. “A los maques mexicanos se les llama lacas por su tremenda similitud con las lacas orientales, a simple vista pareciera que es el mismo material, luce igual, tiene una textura muy similar pero los maques tienen como base minerales y aceites y las lacas son producto de una resina de un árbol precisamente que se conoce como el árbol de la laca”.
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El artista originario explica que en Olinalá una gran parte de la población crea este tipo de arte tradicional, siguiendo métodos de origen milenario, documentado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y cuyas técnicas son comunes en toda Mesoamérica. Sin embargo, precisa, hoy en día únicamente se pueden encontrar lacas mexicanas en los estados de Michoacán (Uruapan y Peribán); Chiapas (Chiapa de Corzo) y en Guerrero (Olinalá), este último, dice, es el centro artesanal más importante en América en su tipo.
Estudió Relaciones internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México, no obstante, decide cambiarse a la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, aunque se considera un artista autodidacta.
Bernardo Rosendo se especializa en el retrato, pero también le gusta hacer caballos o retratar paisajes de la vida cotidiana en aquel rincón del estado de Guerrero. Como parte de su trabajo, dice, ha experimentado a la creación de nuevos diseños, nuevas propuestas de la artesanía tradicional, como las famosas cajitas de Olinalá que, principalmente por su aroma, son únicas.
Los orígenes, dice, son jícaras, bules, guajes, bandejas, pero se hace una gran diversidad de objetos, desde miniaturas que sirven para adornos, aretes, pulseras, etcétera, hasta recámaras y comedores.
“La gama es amplísima, es una técnica muy rica porque es multicultural, es decir, a los materiales, diseños y formas prehispánicos se incorporan formas y motivos copiados de las lacas de oriente; podemos encontrar muchísima similitud en colores, en diseños, en forma entre las y los diferentes lugares, y esto hace de Olinalá algo muy rico porque es una artesanía mestiza con una marcada influencia oriental, pero también árabe; actualmente también se incorporan elementos contemporáneos, entonces es muy versátil, es muy rica la variedad”, apunta.
Respecto al aroma de las cajitas, dice que este proviene del árbol de linaloe, de la familia de los copales, de donde se extrae el incienso que es endémico tanto en esa zona de Guerrero, como en Puebla y Morelos.
Si bien a esta madera se le extraía el aceite para la elaboración de perfumes que se exportaban a Europa, a alguien se le ocurrió usar este extracto aromático e incorporarlo al concierto de las lacas de Olinalá, con lo que surge lo que hoy es el producto insignia, la icónica cajita de Olinalá.
Bernardo Rosendo Ponce, ha participado en diferentes exposiciones colectivas con artistas latinoamericanos en Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Orlando y Washington, en Estados Unidos, y Montreal y Toronto, en Canadá.
En junio de 1998, expuso en el vestíbulo del Congreso del estado de Guerrero, en Chilpancingo, su obra de laqueado en las figuras de 61 próceres mexicanos, como: Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y Costilla, Vicente Guerrero, Benito Juárez, Ignacio Manuel Altamirano, Juan Álvarez y Emiliano Zapata, así como 23 retratos de poblanos ilustres que hizo para el Museo de la Revolución Hermanos Serdán de la ciudad de Puebla.