Salvador Dalí falleció en la misma tierra que le vio nacer, Figueras, el 23 de enero de 1989, hace ahora 35 años. Egocéntrico y narcisista como pocos, Dalí fue icono y referente del Surrealismo, así como un personaje tan voluble y contradictorio como polémico. Parte de la inmensa popularidad que gozo en vida se debió a sus impostadas y exageradas excentricidades públicas que llegaron a eclipsar su impresionante obra.

Artista polifacético, pintor, escultor, diseñador, escritor, (se creía mejor escritor que pintor) entusiasta del cine y provocador nato, fue dueño de un estilo tan original y como rompedor, de personalidad arrogante y narcisista, (“el surrealismo soy yo” – decía-) que le llevó a granjearse no pocas enemistades. 

Fue expulsado de la Academia de las Bellas Artes de Madrid donde estudiaba al asegurar que nadie tenía el nivel para examinarlo y después del movimiento surrealista creado por André Bretón, que no lo soportaba, y no sólo por sus comentarios ideológicos apoyando a los fascismos sino por esa imagen de bufón delirante y exhibicionista, ávido de dinero, avida dollars, como le apodó Breton. 

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