En 1964, a orillas del río Nilo, en Sudán, se excavaron los restos óseos de unos 61 individuos de aproximadamente 13.000 años de antigüedad. Este lugar se conoció como el cementerio Jebel Sahaba y durante mucho tiempo se creyó que había sido el escenario de la primera guerra racial en la historia.

Sin embargo, científicos de la Universidad de Toulouse, en Francia, y del Centro Nacional para la Investigación Científica, han analizado nuevamente los huesos y concluyeron que, en realidad, no se trató de un solo conflicto armado, sino de una sucesión de episodios violentos, probablemente agravados por el cambio climático.

En un estudio publicado en la revista Scientific Reports, los investigadores destacan que, gracias a nuevas técnicas de microscopía, lograron identificar en los esqueletos 106 heridas y traumas previamente indocumentados, entre los que se incluyen lesiones por proyectiles, traumatismos y rastros asociados a la descomposición natural. De esta forma, se determinó que el 67 % de las personas enterradas en Jebel Sahaba tenían al menos un tipo de lesión, curada o no.

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Los científicos sugieren que el número de heridas curadas coincide con actos de violencia esporádicos y recurrentes, que no siempre fueron letales, entre grupos del valle del Nilo.

Al menos la mitad de las lesiones de los individuos encontrados fueron identificadas como heridas punzantes, causadas por proyectiles como lanzas y flechas, lo que apoya la teoría de ataques grupales a distancia, más que durante conflictos domésticos.

“Rechazamos la hipótesis de que Jebel Sahaba refleja un solo evento de guerra, con los nuevos datos que respaldan episodios esporádicos y recurrentes de violencia interpersonal”, afirman los investigadores, dirigidos por la paleoantropóloga Isabelle Crevecoeur. “Las presiones territoriales y ambientales provocadas por los cambios climáticos son probablemente las responsables de estos frecuentes conflictos entre lo que parecen ser grupos de cazadores, pescadores, recolectores semisedentarios del valle del Nilo, culturalmente distintos”, agregan.

En el estudio se señala que por aquel entonces tuvo lugar un enfriamiento climático conocido como Dryas Reciente, que fue precedido por un período de clima favorable que permitió a las poblaciones expandirse hacia el norte. Sin embargo, con la llegada de esta fase, los glaciares de la Edad de Hielo que cubrían gran parte de Europa y América del Norte provocaron que el clima en Egipto y Sudán se volviera más frío y árido. El fenómeno, a su vez, causó la disminución de los recursos y obligó a la gente a vivir cerca del Nilo, donde se produjeron los enfrentamientos entre grupos.

“Estos resultados enriquecen nuestra comprensión de los contextos en los que surge la violencia entre los recolectores”, concluye Luke Glowacki, profesor de la Universidad de Harvard. Asimismo, el experto manifiesta que los nuevos datos “proporcionan evidencia adicional para un consenso emergente de que los recolectores, al igual que los pueblos agrícolas, mostraban violencia interpersonal en forma de redadas y emboscadas”.

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