El libro de los guardianes es la novela póstuma del editor Ramón Córdoba Alcaraz (1958-2019). Con una trayectoria de 40 años en la labor editorial y amado por un sinfín de escritores, Córdoba, el editor de los mil libros, no logró ver publicada su tercera novela, que recoge, a modo de nostalgia, memoria y aventura, la confrontación de Moncho y la cofradía contra el horror.

La novela tiene innegables referencias biográficas de Ramón Córdoba.  El narrador, del mismo nombre, vive su infancia en una nueva colonia de la Ciudad de México, con la añoranza del pueblo que quedó atrás en la vida de su familia. A sus 15 años, Moncho se adentra a la Cueva del Diablo, un espacio recurrente en las leyendas de la ciudad, centro de historias y mitos macabros. El espacio donde esto ocurre es referencia al Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, donde el autor vivió muchos años.

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El libro fusiona diversos elementos propios de la literatura de aventuras y la novela de iniciación  y, en conjunto con la mitología prehispánica, realiza un profundo retrato de las leyendas de la incesante tradición oral mexicana.

En entrevista con Excélsior, Eloísa Nava, editora del libro y amiga del fallecido autor, habló sobre la gestación de la novela.

Todo surgió como una charla casual. Hablábamos acerca de lo difícil que es darse el tiempo para escribir cuando te dedicas a editar libros. Y Ramón me contó que estaba escribiendo una novela. Decía que esta obra recobraba gran parte de los recuerdos de su infancia. Y una vez leída, creí que cabía muy bien en el sello de Ediciones B, donde solemos publicar ficción comercial. Quizás uno de los hallazgos de la novela, aquello que más me entusiasmó para publicarla es que es una historia de aventuras que se desarrolla en México y que rescata la mitología prehispánica.”

La editora de Penguin Random House señaló las dificultades que significó la edición de este libro. Primero por ser la obra del renombrado editor de Alfaguara, “entre gitanos no nos leemos las manos”, dijo. Y segundo, por el repentino y triste deceso de Ramón en junio del año pasado. “Me quedé sola de la noche a la mañana, sola en el proceso y a mitad del mismo. Mucho se nos quedó en el tintero. Editar no es corregir la ortografía, domar la sintaxis, sino darle forma a la materia, pulirla, y eso sólo lo logra el tándem escritor y editor. Sin duda alguna, fue un gran reto y un gran honor acompañar a Ramón.”

El libro de los guardianes es un testamento de vida, señala Estela Peña Molatore, traductora y pareja de Ramón. La novela, dice, “es un homenaje a la familia, en especial al padre. Es una reflexión sobre la oscuridad que nos habita y el placer del gozo que la conjura. Como amante que era de la literatura, Ramón resalta el poder y la fuerza del relato y de la importancia de saber contar historias. En cuanto a la mitología prehispánica, es una fuente de sabiduría, un punto de reconexión con la vida sencilla, el asombro y la inocencia.”

Con esta novela se cierra la corta, pero ecléctica, labor literaria de Ramón Córdoba. Ardores que matan (de ganas) (2009) y Cada perro tiene su día (2013)  forman su legado literario.

Sin ser un escritor de tiempo completo, Córdoba buscaba el espacio donde fuera para escribir, en la calle, en el Metro o en el taxi, pero a diferencia de su extrovertida personalidad, con su escritura era más privado, señala en entrevista su hija Eréndira Córdoba. Poeta en su juventud, escribía cuando podía, sus tres libros reflejan sin duda sus gustos y sus constantes manías.

Para Estela Peña, existen ejes temáticos reconocibles en la literatura de Ramón Córdoba, por ejemplo, el placer y el idealismo propio de alguien como él. “El gozo en sus diferentes matices: el desparpajo y la ligereza, la risa, las alegrías simples, el asombro y la contemplación. Otro tema que encontramos en sus tres novelas es el rescate de la inocencia. Además, la condición humana, la búsqueda del amor y el regreso de la oscuridad. En las tres novelas hay un gran idealismo, una gran fe en el ser humano, y la certeza de que el protagonista siempre puede encontrar el camino de regreso a casa.”

Ramón, de carácter y gustos infantiles, era un bromista nato, gustaba de contar chistes, jugar en todo momento y alburear al que se dejara. Sin embargo, guardaba claras convicciones y total seriedad al momento de trabajar.

Por sobre todas las cosas, Córdoba amaba la literatura, por ello solía decir que él “por los libros y con los libros había hecho todo lo humanamente posible”. Conocía la edición desde la imprenta y el arte, hasta las manchas de tinta y la textura del papel, esto debido a que, en su juventud, después de lavar coches en Churubusco, trabajó en la intendencia de un imprenta, para posteriormente aprender el oficio de impresor en un taller de Iztapalapa y ser llamado por Carlos Fuentes “el rey de los editores”.

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