Por Omar Piña
Cuando firmó su renuncia como presidente de la República mexicana, el general Porfirio Díaz Mori tenía 81 años. Sucedió un 25 de mayo de 1911 y su salida del país no evitó el movimiento armado y la sangría provocada por la guerra civil. Una de sus últimas acciones como presidente lo descubren como un anciano capaz de mover sus últimas piezas con tal de agenciarse la simpatía de sectores para sostenerlo en el puesto. El 3 de mayo, el militar oaxaqueño permitió la fundación del Partido Católico Nacional.
Pero ni con ese gesto consiguió apoyos indiscutibles para mantenerse en la presidencia. Y eso que don Porfirio se valió guiñar abiertamente con el catolicismo mexicano, una fuerza con presencia y alcances reales en todo el territorio nacional. La jugada fue política, pero los sectores conservadores ya tenían un camino bien andado que incluía organizaciones e instituciones previas. Ese 3 mayo de 1911 se formalizó lo que ya operaba como una red.
Aquel aparente dedazo del señor presidente sólo confirmó un reconocimiento por el que los sectores católicos mexicanos habían trabajado décadas atrás. Durante todo el porfiriato los católicos tuvieron presencia y se les permitió acción social y cívica, pero se le mantuvo fuera de la participación política. El propio Díaz recibía críticas de los sectores liberales y jacobinos, quienes argumentaban que el dictador se hacía “ojo de hormiga” con el texto constitucional de 1857 y las Leyes de Reforma. En todo caso se presentaba un intercambio político-administrativo entre la omisión y la tolerancia.
Hay un factor externo a la realidad mexicana de la época. La encíclica Rerum Novarum fue el resorte que liberó energía para que los católicos nacionales crearan organizaciones con principios de acción. Emitida en 1891 por León XIII, la carta papal colocó en la mesa de convenios la cuestión obrera y de ideología. El documento no fue una inspiración providencial del papa, sino el resultado de la Unión de Friburgo, una reunión de sociólogos católicos que se reunieron para concretar temas sociales.
A partir de Rerum Novarum los católicos mexicanos comenzaron a desarrollar líneas de acción. Organizaron encuentros, congresos y se publican folletos, periódicos y revistas donde se expusieron los problemas de las clases obreras y campesinas. Entre los temas desarrollados estuvieron la necesidad de instrumentar cajas de ahorro, conseguir abrir escuelas para la instrucción primaria, enseñanza del castellano, atender el persistente alcoholismo, mejorar la alimentación y conseguir que industriales y latifundistas pagaran mejor y dieran un trato de dignidad.
En los dieciséis años que van de 1895 a 1911 las distintas asociaciones y congresos católicos hicieron señalamientos. Para cuando se consigue la fundación del partido el ideario está puesto. Pero don Porfirio se fue al exilio y el sucesor don pancho Madero dijo que sí, que era parte de la línea democrática que defendía facilitar la operación del Partido Católico Nacional. Les puso un telegrama con tantos guiños que en los Estados del centro y de Occidente los católicos lo ayudaron en su segunda elección, la de 1911.
Pero después asesinaron a Madero. Y comenzó la guerra. Para enero de 1914 los católicos mexicanos celebraron dos magnos acontecimientos. El 6 de enero consagraron la nación mexicana al sagrado Corazón de Jesús, porque la revolución había creado tantos caos que era necesario encomendarse. Y el 11 de enero, proclamaron la “realeza temporal de Cristo” y se hizo un homenaje nacional a Cristo Rey. Por supuesto, el aire olía a futura pólvora, a Cristiada.
Para mascar a fondo:
Olivera Sedano, Alicia (2020 [1966]), La guerra cristera. Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica.










