De principio a fin, toda la obra de Sergio Pitol es una valiosa, no sólo como gran novelista, sino como conocedor de todas las literaturas que él hizo posible que muchos de nosotros las conociéramos, afirmó esta noche la escritora Margo Glantz.
Durante un homenaje a Sergio Pitol, celebrado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la autora cuyas obras reflejan su compromiso con temas como el erotismo, sexualidad y cuerpo, además de migración y memoria, recordó de manera entrañable a su compañero, a su amigo, al Premio Cervantes de Literatura 2005.
Además, la escritora, ensayista y crítica refirió que Pitol fue un gran traductor que legó libros fundamentales que muchos pudieron conocer, gracias a sus traducciones.
Acompañada de Mario Bellatin, Margo Glantz dio lectura a un texto en el que compartió sus experiencias con el escritor, hace dos años cuando lo visitó, junto con Bellatin en la ciudad de Xalapa, donde radicaba.
“Llegamos a su casa y me mostró uno de mis retratos y un minuto después vino el abrazo, ante el no poder hablar tras la enfermedad que padecía de hace algunos años”, recordó la escritora, esa visita de tres días, donde recorrieron los restaurantes favoritos del autor de obras como “La Casa de la Tribu”, así como plazas y parques de su ciudad.
“Cuando nos fuimos supimos que nos habíamos dicho adiós para siempre”, recordó Glantz al comentar que junto a Pitol paseaban, siendo jóvenes, por las calles de ciudades como Praga, cuando fungía como agregado cultural en la década de los años 60.
Asimismo, destacó su escritura, la cual se nutre de la atmósfera urbana, a partir de su rica experiencia como viajero siendo agregado cultural por Europa.
“Su escritura siempre fue fascinante, escribió por ejemplo El Tañido de la flauta, dedicado a Mercedes Escamilla, a quien quiso mucho; es un libro maravilloso y sin embargo, casi no se leyó, estuvo mucho tiempo en las librerías de viejo, porque era como Muerte sin fin, de Gorostiza, y cuyos ejemplares aparecieron en anaqueles viejos, porque nadie lo había entendido”, dijo.
Destacó que fue a partir de 1981, cuando Pitol empezó a ser conocido al publicar “Nocturno de Bujara”, con el que ganó el Premio Xavier Villaurrutia y “a partir de ese momento comenzó a ser muy visto en las letras mexicanas”.
Por su parte, Bellatin comentó que tanto Pitol como Fernando del Paso, “eran escritores que asumían la literatura no como un oficio, sino como algo que los trascendía y que no había límites, además de que Pitol ficcionaba todo el tiempo para bien y para mal”.
Entre anécdotas y por espacio de una hora, Glantz y Bellatin recorrieron la vida del escritor a siete meses de su muerte.