“Isabel la Católica debería tener la misma consideración que tienen Luther King o Kennedy”, por su defensa de los indios, según Julio Henche, autor de ‘Las Leyes de Indias’ (Gadir), un estudio de las 6.300 normas que en tres siglos promulgó España, muchas en defensa de los indios y claros precedentes de los Derechos Humanos.
“Desde el primer momento españoles y españolas se pudieron casar con indias y con indios, de ahí que surgiera un mestizaje que nunca ha habido en Argelia, ni en Pakistán, ni en Indonesia, donde franceses e ingleses no permitieron un matrimonio que en Sudáfrica no fue legal hasta 1985 y en 16 estados de Estados Unidos no se permitió hasta 1967”, ha puesto como ejemplo Henche de la eficacia de las denominadas Leyes de Indias.
Sobre que la huella de España en América siga suscitando polémicas como la reciente de México por no invitar a Felipe VI a la investidura de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, Henche ha contestado lacónico: “Los problemas de México vienen de hace cincuenta o cien años, no quinientos; y la mayoría se deben a sus vecinos del norte, de los que no dicen nada”.
Cinco años ha dedicado Henche, abogado en ejercicio e investigador, al estudio de fondos documentales como los del Archivo de Indias de Sevilla para concluir que “es absolutamente falso la idea de que las Leyes de Indias no se aplicaban: se aplican tanto o más que se aplican ahora las leyes actuales. Ahora también existe explotación laboral, trata de blancas y narcotráfico porque, aunque haya leyes, el delito no se para nunca”.
Isabel la Católica trajo encadenado a Colón por maltratar a los indios y Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco de Pizarro, fue ejecutado por incumplir las leyes de Indias, con las que se juzgaron a varios virreyes de Colombia y a Hernán Cortés, entre muchos otros, según ha enumerado Henche para recordar la figura del Visitador de Indias.
El Visitador de Indias “es una figura que solo existió allí y, por encargo directo del rey, se encargaba de supervisar el trato que se le daba a los indios, el 99 por ciento de los cuales siguió viviendo igual tras la expansión”, dice Henche, que rehúye el término “conquista” por inexacto al considerar que hubo mucho más que actividad militar.
El Visitador de Indias inspeccionaba las denominadas encomiendas, explotaciones agrícolas, mineras o de pesquería, en muchas de las cuales se trabajaba con jornadas laborales de ocho horas, como establecían las Leyes de Burgos (1512), promulgadas bajo Fernando el Católico.
En la cubierta de esta edición de “Las Leyes de Indias” se incluye una de Felipe II de 1593 que dice: “Todos los obreros trabajarán ocho horas al día, cuatro a la mañana y cuatro a la tarde, (…) Repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del sol, más o menos lo que a los ingenieros pareciere, de forma que no faltando un punto de lo posible, también se atienda a procurar su salud y conservación”.
Henche ha insistido en que las ocho horas como jornada laboral ya estaban previstas en las anteriores Leyes de Burgos, que se consideran un precedente de los Derechos Humanos y que para el autor, desde el punto de vista jurídico, suponen “el inicio de la Edad Moderna porque ya se legisla no pensando en el propio reino sino con amplitud de miras”.
A partir de esas leyes, que incluyen los derechos al salario, al descanso y, entre otros, a la vivienda, se inicia el debate sobre si todas las personas al nacer son ya poseedoras de derechos.
Henche ha lamentado que mientras se dedican incontables estudios a Constituciones que no entraron en vigor o lo hicieron unos pocos años, apenas se estudien las Leyes de Indias que estuvieron vigentes tres siglos como un ordenamiento “eficaz y efectivo”:
“En el Archivo de Indias hay millones de documentos que no salen a la luz porque las universidades no los estudian, mientras calan en la cultura popular mitos que nada tienen que ver con la historia”.
EFE