En “Mosturito” (Tusquets) -contracción de “monstruito”- están reflejadas preocupaciones sociales como el acoso, los curas abusones, el maltrato machista y la violencia juvenil, pero es difícil imaginar una novela más políticamente incorrecta porque, como ha dicho a EFE su autor, Daniel Ruiz, “la mojigatería le sienta fatal a la literatura”.

“Hoy más que nunca la literatura está llamada a transitar por un camino de libertad y a no rendir cuentas a nada ni a nadie, y menos a la moda de lo políticamente correcto; el terreno de la verdadera literatura es el de la libertad absoluta; los grandes referentes de la historia de la literatura, como ‘El Lazarillo’ o ‘El Quijote’, están en el camino de la libertad”, ha señalado el autor.

“El sentido de lo literario está cada vez más amenazado por la inteligencia artificial, que se lo está comiendo todo en el ámbito creativo y también está llegando a la literatura; los manuales de escritura ofrecen recetas, las mismas que emplea la inteligencia artificial; los ‘best-sellers’ se adelantaron a la inteligencia artificial; eran productos de inteligencia artificial antes de que ésta existiera”, ha añadido.

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La obra literaria “tiene que buscar la aportación humana, que es todo lo contrario de eso; textos en los que el rastro humano esté por encima de todo”, ha dicho el autor al mostrar su preferencia por “novelas no encasillables, libérrimas, que no se sometan a ningún tipo de canon; frente a la amenaza de la inteligencia artificial necesitamos textos cada vez más libres -opina-“.

Ruiz se acoge al magisterio de autores como Fernando Quiñones y José Donoso y a novelas como “La vida perra de Juanita Narboni”, de Ángel Vázquez, al denunciar que “se está confundiendo la literatura con el contenido, porque la industria del contenido no tiene nada que ver con la creación: el pensamiento crítico no le interesa nada a la industria del contenido”.

Frente a “la tendencia a contar siempre lo mismo y contarlo de la misma manera”, Ruiz dice que “ahora se tiene la oportunidad de construir novelas originales que sean capaces de trascender lo convencional”, de ahí que en “Mosturito” haya llegado a “supeditar la sintaxis y la gramática a la expresividad”, al narrar en primera persona la historia de un niño de entre once y doce años.

“El título ya es una declaración de intenciones”, ha dicho sobre “Mosturito”, que es como le llaman al niño protagonista y como él mismo pronuncia la palabra “monstruito”, ya que Ruiz ha llegado a crear “palabras propias que dan el tono de la narración”.

“Mi novela busca por encima de todo la potencia expresiva; puede resultar desastrosamente escrita desde los parámetros normales de la sintaxis”, ha señalado desde el convencimiento de que “escribir bien es escribir de manera eficaz; cada historia te exige el modo de contarla, y escribir de forma salvaje, saltándote a la torera las convenciones estilísticas genera un lenguaje propio, lo que debe ser la principal aspiración de un escritor”.

“Se confunde escribir bien con escribir bonito; a mí la literatura que se gusta demasiado me provoca rechazo”, ha señalado el autor de esta novela no carente de lirismo, pero no de un lirismo “impecable y exquisito” sino debido a “la dimensión infantil de la metáfora; los niños son capaces de alumbrar imágenes brillantes, y de hallazgos líricos no forzados ni artificiales”.

Ambientada en un barrio sevillano de los años ochenta, con yonquis, punkis, pederastas, centros de acogimiento infantil y enfermas mentales con obesidad mórbida que salen desnudas y tarareando sintonías radiofónicas a la terraza de su piso, que da al patio de un colegio durante la hora del recreo -el autor afirma no haber inventado esta situación, sino que la ha vivido-, su novela también posee humor.

“Sin humor hubiera resultado demasiado dramática”, ha dicho al explicar por qué su protagonista le llama “la culca” al sexo masculino: “Lo vi un día en una pintada en un barrio de Sevilla; decía ‘Cómeme la culca’, y me dije que tenía que utilizarlo”. 

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