En la épica de Homero, el cíclope Polifemo aprisiona a Ulises y su tripulación en una cueva. El héroe griego clava al gigante una estaca en el ojo y huye con sus hombres, ocultos bajo el vientre de las ovejas cuando aquel las saca a pastar. Ciego, el cíclope no se percata del engaño.

Según la mitología griega, los cíclopes eran una raza de gigantes irascibles con un único ojo en medio de la frente (de ahí su nombre: kyklos, círculo, y ops, ojo). Hay diversas teorías sobre su origen: herreros que antaño usaban un parche para protegerse de las chispas de la fragua; la ciclopía humana, una malformación congénita incompatible con la vida en la que el feto desarrolla un solo ojo, o los cráneos de elefantes enanos hallados en diferentes islas del Mediterráneo.

De hecho, la semejanza de los cíclopes con estos cráneos salta a la vista: justo en el centro presentan un orificio, en el que se implanta la trompa, que recuerda una cuenca orbitaria (donde se alojan los ojos en muchos animales). En la antigua Grecia, la mitología explicaba el mundo natural, y muchos pudieron haber imaginado que esos enormes fósiles pertenecieron a gigantes de un solo ojo.

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Durante el Pleistoceno, varias islas del mar Mediterráneo estuvieron habitadas por elefantes enanos, hoy extintos. En Creta y Cerdeña también había dos especies de mamut enano. El más pequeño era Mammuthus creticus, mientras que el récord entre los elefantes lo ostenta Palaeoloxodon falconeri, que vivía en Sicilia. Estos diminutos probóscidos insulares medían alrededor de un metro hasta la cruz. Sin embargo, sus antepasados continentales eran más grandes que los actuales elefantes africanos.

En las islas, los animales pequeños suelen a­umentar de volumen, mientras que los grandes empequeñecen. Los elefantes y mamuts del Mediterráneo son un caso emblemático de enanismo insular, un proceso evolutivo debido a que en un ecosistema reducido y aislado la selección natural favorece a los individuos más pequeños, que pueden sobrevivir con menos recursos.

En las laderas de las islas del Mediterráneo yacen los cráneos fosilizados de elefantes enanos que tal vez los griegos confundieron con los cíclopes. Y tal vez uno de ellos sea el del mismísimo Polifemo.

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