El historiador español de la Universidad de Grenoble (Francia) Nicolás Sesma ha escrito en ‘Ni una, ni grande, ni libre’ una historia global del franquismo que actualiza la última, publicada en 2010 por Borja de Riquer, y que “con referentes de la cultura popular, se dirija a los jóvenes de hoy”.

En una entrevista con EFE, Nicolás Sesma (Vitoria, España, 1977), explica que “aunque existen muchos estudios sobre aspectos concretos del franquismo, interpretaciones del conjunto de la dictadura, tampoco hay tantas, pues además de la de Borja de Riquer, están las de Carmen Molinero y Pere Ysàs, Martí Marín o la anterior de Stanley Payne, que son de los años 80 y 90”.

A su juicio, faltaba una nueva visión del franquismo “más generacional”, hecha por alguien nacido después de la muerte del dictador, como la reciente biografía ‘Generalísimo’ de Javier Rodrigo (Zaragoza, España, 1977).

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El objetivo de ‘Ni una, ni grande, ni libre’ (Crítica) -un título que alude al lema con que el régimen de Franco se refería a España; “Una, Grande, Libre”-, era también “demostrar que la dictadura no fue la obra de una sola persona, sino que fue también un proyecto colectivo”.

Piensa Sesma que “sería injusto decir que la generación actual no se interesa por la Historia, lo hace probablemente de otra manera, igual más por un tipo de producto audiovisual o incluso por los videojuegos”.

A pesar de que Sesma aún pertenece a “la cultura del libro”, ha intentado incorporar “un enfoque más visual, con referencias a novelas gráficas, a películas o a series”.

La principal aportación de Sesma en este volumen de casi 800 páginas es una serie de cuadros intermedios, de gente que formaba parte de la clase política, que hasta ahora quedaba un poco fuera de foco, porque su propósito era ofrecer “una historia más colectiva, una historia de personas, que no pasaba por saber quién formaba el Consejo de Ministros”.

El autor se siente especialmente orgulloso por haber incluido a las mujeres en el análisis de la dictadura, “con cargos relevantes en la oposición, pero también dentro del régimen”, y por haber incorporado una parte de fuentes de los archivos presidenciales de Estados Unidos.

Frente a los que hablan del feminismo que llega en los años 60, Sesma prefiere decir que “el feminismo renace, porque en los años 30 España estaba avanzadísima en derechos de las mujeres, su derecho al voto llega más de diez años antes que en Francia y algunos aspectos de igualdad jurídica que están en la Constitución republicana no tienen comparación con lo que se consigue en otros países europeos”.

El historiador hace una lectura global de la Segunda Guerra Mundial, sin quedarse en la idea de si España participó o no en la contienda al lado de Hitler, sino viendo “cuál era la lógica global de todos los actores”.

En relación a la División Azul, advierte que “fue un grupo muy numeroso de voluntarios, unos 50.000, y no se puede obviar que ir a la División Azul implicaba hacer un juramento de fidelidad a Hitler y eso tenía consecuencias y para la invasión de la URSS la orden era que se participaba en una guerra de aniquilación en la que no se van a respetar las normas de la guerra, por lo que pensar que fueron allí por idealismo anticomunista parece superficial”.

Con un punto de vista más sociológico, Sesma trata cuestiones como la homosexualidad y analiza la omnipresencia de la Iglesia en la vida social, que arroja datos curiosos como el número de extremaunciones que se pedían en función de los territorios.

“En las zonas castellanas clásicamente católicas la extramunción se pedía en más de un 90 % de los casos y en barriadas obreras de Madrid o Barcelona apenas llegan al 50 %, lo que demuestra que por mucho que el régimen quiera recristianizar a la población no siempre deja huella”, comenta.

El autor observa con dolor “el maltrato que brindaron las democracias occidentales a España después de 1945.

A su juicio, en la represión franquista “hay crímenes de lesa humanidad y al haber habido secuestros de menores, algo que no puede prescribir, se abre la vía para poder todavía juzgar una parte de lo que hizo la dictadura entonces”.

Sobre la política de memoria histórica, el autor opina que “la recuperación de los cuerpos desaparecidos por parte de las familias es innegociable”.

El libro aborda asimismo casos de corrupción, que se conocieron en un régimen en el que el propio Franco utilizaba la corrupción para controlar a la clase política. 

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