Material de José Agustín y Thelma Nava grabado en la colección Voz Viva de México, y el libro “Sombra del rock”, de Carlos Mapes, conforman las novedades de febrero de la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Publicado en la serie Diagonal 2018, “Sombra del rock” es considerado un álbum de asimbros y antología de lados B de la nortalgia, una compilación de prodigios o rarezas, lo mejor de instantes recobrados en un verso, un riff o una armonía.

Para el poeta y editor Víctor Cabrera, es también “Un manifiesto personal, una declaración de fe en la que alguna vez José Agustín llamó la nueva música clásica”.

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“Menos un catálogo razonado de grupos, singles y cantantes que la rocola emocional de una época y una generación”, marcadas por el nacimiento de “esa estruendosa mitología de acordes y alaridos que prevalecen hasta hoy”, anotó Cabrera.

Por su parte, en la colección Voz Viva de México figuran dos voces singulales, la de Thelma Nava, denominada “Detrás estaba el mar”, un disco que reúne poemas procedentes de “La orfandad del sueño”, “El primer animal” y “Los pasos circulares”.

En el cuadernillo que acompaña este material, Raquel Huerta Nava, su hija, aseguró que “Thelma Nava es una mujer que escribe y vive con el asombro a flor de piel, una mujer capaz de clamar: “Mi amor está desnudo y ha comenzado a tatuar corazones en el viento…”.

“Inventando que sueño” es el título del disco compacto de José Agustín, que incluye “Yautepec”, capítulo de la novela “Cerca del fuego” y “Transportarán un cadáver por exprés”, relato incluido en “Cuentos completos”.

Ambos materiales son leídos de viva voz por José Agustín, mientras que la presentación es de su hijo Jesús Ramírez Bermúdez, quien sostiene: “Mi padre tenía la convicción de que los escritores, y los artistas en general, actúan como antenas o pararrayos de la memoria colectiva y del espíritu de los tiempos”.

Aunque era una persona capaz de irradiar vitalidad y sentido del humor, mi padre tenía una conexión literaria con esas corrientes distópicas de degradación moral.

Pero esa comprensión del mal, cuyas variedades psicológicas son puestas en escena en “Yautepec” y en “Transportarán un cadáver por exprés”, eran concebidas en la soledad de un sufrimiento nocturno”. Sus propios sueños y relatos “lo dejaban intranquilo -señaló Ramírez- porque anticipaban la oscuridad colectiva que hoy todos somos capaces de contemplar”.

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