Este sentimiento, que así visto suena tan sencillo, no siempre es fácil de conseguir. La calma es una de las principales habilidades emocionales y la base para una buena salud mental. Así lo describe el Dalai Lama en esta maravilla de poema:
Se llama calma y me
costó muchas tormentas.
Se llama calma y cuando
desaparece…. salgo otra vez a su búsqueda.
Se llama calma y me enseña a
respirar, a pensar y repensar.
Se llama calma y cuando la
locura la tienta se desatan vientos bravos que cuestan dominar.
Se llama calma y llega con
los años cuando la ambición de joven, la lengua suelta y la panza fría dan
lugar a más silencios y más sabiduría.
Se llama calma cuando se
aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y el inconformismo se
desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a quien quiera recibir
y dar.
Se llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar.
Se llama calma y el mundo la
evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar.
Se llama calma cuando el
silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el
viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar.
Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad.
Se llama calma y me costó
muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar.
Se llama calma, la disfruto,
la respeto y no la quiero soltar…