DIVULGACIÓN HISTÓRICA

Por Omar Piña

En 1829 México tenía apenas ocho años como un país y territorio independiente. En Tampico desembarcaron las fuerzas expedicionarias de Isidro Barradas con el fin de iniciar la reconquista española. Aquel atentado se detuvo, pues…

Con muy pocos tiros de por medio, un ambicioso y locuaz cacique nacido en la villa de Jalapa evitó la acción militar de Barradas. Dotado de una fenomenal verborrea, no dudó en colgarse la medalla como el héroe de Tampico y autonombrase como salvador de la patria. Contaba con 35 años cuando ya el Congreso del Estado de Veracruz, meses antes (y entonces por levantarse en contra de Vicente Guerrero) le confirió el título de “Benemérito del Estado” y en una ceremonia sólo común para un amo, se le autorizó distribuir a cada integrante de su tropa una cinta azul que llevaba impreso el rótulo: “El Estado de Veracruz, al patriotismo acreditado”.

Antonio López de Santa Anna había nacido en la villa de Jalapa en 1794. Criollo y acomodado, comprendió que para escalar en el rango social era necesario ingresar al ejército y aprovechar su posición económica para convertirse en caudillo. Era una posibilidad que tenían los hombres que ejercían fuerza, atractivo e influencia en sus regiones. Pero no sólo se trataba de carisma. Eran hacendados, amos de almas, adinerados y vinculados con los otros sistemas productivos de sus respectivas zonas.

El caudillismo no fue exclusivamente mexicano. Su germinación está en que el vacío del poder metropolitano a partir de 1808, cuando Napoleón Bonaparte depone al rey Borbón en el trono de España y el hecho produce una crisis política y social. En las regiones americanas, además de la crisis, existe el resentimiento por 50 años de reformas borbónicas, que pretendieron tazar nuevos impuestos además de aumentar la burocracia peninsular en la administración virreinal. Y ante la ausencia de la figura del rey, cada región tiene sus líderes locales. 

Para entonces la idea de gobierno aún no descansa en las instituciones, más bien la fe se deposita en los individuos. Para las primeras décadas del siglo XIX, las colonias latinoamericanas llevaban años en guerras civiles y el pueblo estaba muy hecho a la presencia de militares. Un entorno idóneo para el surgimiento de los caudillos de entonces.

A diferencia de las clases acomodadas, los militares sí conviven con el pueblo. Esas relaciones de hombre-poderoso-caudillo-pueblo se convierten en una herramienta eficaz para controlar a sus aristocracias locales. Sólo se trataba de arengar al populacho para que éste se echara a las calles y los caudillos, que eran rancheros y hacendados metidos a militares aprovechaban a sus peones y campesinos para conformar el grueso de sus ejércitos. 

El caudillo surge en momentos de crisis. No se trata de un gobernante permanente. Antonio López de Santa Anna, aunque fue electo por once ocasiones como presidente de México, no ejerció el poder como tal durante once veces. El periodo de su dictadura es cuando se adjudica el título de “Su Alteza Serenísima” abarca los años 1853 a 1855.

Se trata de un personaje contradictorio, lleno de soberbia y dotado de un camaleonismo apabullante. Del 4 al 5 de diciembre de 1838, mientras los franceses cañonean el puerto de Veracruz, cuando la famosa “Guerra de los pasteles”, recibe una herida en la pierna, que debe ser amputada. La pierna se traslada con honras fúnebres hasta la ciudad de México, donde, con toda pompa, recibe una misa y es enterrada con honores militares en el panteón de Santa Paula. ¿Un extravagante que se mandó a escribir poemas, a que el himno nacional tuviera una estrofa dedicada a él? Un caudillo, pero como pregunta el historiador González Pedrero: “¿Y dónde estaban todos los demás? ¿Por qué no se lo impidieron?”

Pero como sea, mientras su acción política fue vigente, de 1821 a 1855. En su natal villa de Jalapa le celebraban todas las victorias y como por arte de magia, se omitían sus estruendosas derrotas.

Para mascar a fondo:

Fowler, W. (2002). Fiestas santanistas: la celebración de Santa Anna en la villa de Xalapa, 1821-1855. Historia Mexicana52(2), 391–447. Recuperado a partir de ‹https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/1384

Publicidad