Sergio Pérez navega por un momento complejo en la Fórmula 1. El Checo ha visto decrecer su rendimiento en los últimos Grandes Premios. Parecen lejanos los días de comienzo de temporada, cuando se llegó a candidatear al mexicano como posible campeón del circuito más exigente del mundo. La ilusión se ha difuminado mientras el rol de Pérez como escudero de Max Verstappen se consolida más que nunca. El tapatío ha brindado una explicación, según su perspectiva, de por qué el panorama ha cambiado.

Según el testimonio de Checo, todo se relaciona directamente con el cambio de auto que ha emprendido Red Bull —actualizaron el RB18—. “En las últimas carreras, conforme ha evolucionado el coche, se me ha ido alejando. Quizá no me he adoptado al nuevo auto, pero es algo en lo que estoy trabajando con mis ingenieros. Soy el mismo piloto de hace seis meses, entonces no va por ese lado”, contó el piloto en entrevista con Fox Sports.

El cambio se volvió necesario en medida que Max Verstappen, piloto estelar de la escudería, necesitaba ajustes para sacar provecho de sus condiciones. Reb Bull, evidentemente, atendió las necesidades de su principal valor. “Los autos han evolucionado bastante. De entrada, el auto ya es más rápido a lo que era al inicio del año. Hemos perdido más de 10 kilos de peso, eso influye mucho y te cambia el balance. A veces las actualizaciones te caen mejor o no a tu estilo de manejo”, reflexionó Pérez. “Al inicio del año yo estaba más cómodo con el auto y yo iba mejor que Max. Tampoco es algo nuevo: en la F1 ha pasado muchas veces. No queda en mí y tampoco es un pretexto, sigo trabajando muy fuerte”, contó el mexicano.

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En las primeras ocho carreras del año, el mexicano cosechó un total de cinco podios. Esa cifra contrasta con los dos podios que ha alcanzado en las últimas ocho carreras. Además, la diferencia de puntos con Verstappen ya es abismal: al principio de la temporada llegó a ser de 15 y ahora es de 125. Esa aparente paridad competitiva llevó a creer a muchos aficionados que Pérez tenía elementos para competir por el campeonato. Luego, ante la evidencia, esa teoría ha sido refutada y no queda más que asirse al consuelo de que pueda ganar el Gran Premio de México en octubre próximo.

Quizá se lanzaron campanas al vuelo muy rápido. La consolidación de Checo en el máximo nivel se confirmó, por enésima vez, durante el primer tramo de la temporada. Pero los cinco podios no eran ninguna garantía de subir escalones jerárquicos y eso estuvo claro desde siempre: Pérez llegó a Red Bull para ayudar, a ser una pieza funcional para Verstappen, y no como un protagonista. Es momento de aceptar que no pasará. Los mejores momentos del mexicano se consumirán sirviendo a otro. No hay carisma que pueda cambiar eso porque, finalmente, Red Bull siempre ha sido claro en sus planes. Nadie puede decirse engañado. La ilusión, al final de cuentas, fue gratuita.

Él lo tiene asumido y no tiene reparo en aceptarlo. “Es prácticamente un hecho, cuestión de tiempo para que Max gane el campeonato. El segundo o tercer lugar me da lo mismo”. Quizá esa templanza vestida de resignación es la misma que le ha hecho falta a gran parte de su fanaticada, pues en los buenos momentos de la temporada abundaban las voces que lo ponían como campeón y que, además, exigían que se le diera la estafeta principal de Red Bull.

No hay mayor evidencia que los ajustes hechos pensando en Verstappen. En el discurso, la labor de Pérez siempre será bien valorada por sus jefes, pero ciertamente, a la hora de la verdad, ellos no dudarán en configurar planes y equipos con la intención de servir al neerlandés mientras Sergio Pérez observa de reojo. Esa es su maldición.

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