Cristiano Ronaldo entró por la puerta grande a la historia de las Copas del Mundo. Se convirtió en el primer jugador de todos los tiempos en marcar gol en cinco mundiales diferentes. Sin embargo, el logro se ve manchado por las formas: un penal rigorista que, en cualquier otro contexto, habría sido una jugada de rutina.

No fue el caso. La imagen de Cristiano se impuso a cualquier lógica y el VAR brilló por su ausencia: la caída de Ronaldo ni siquiera ameritó la revisión en la cabina. Se marcó penal y listo. El enojo de los ghaneses fue evidente y, en cierto modo, justificable. Habían hecho hasta entonces un partido perfecto a nivel defensivo. Cuando la noche comenzaba a recrudecer para los lusos, la puerta se abrió para dar paso a un partido antológico, de esos que han constituido al Mundial como el torneo estelar a nivel global.

Y no perdonó la estrella. En su especialidad, Cristiano Ronaldo fusiló al arquero Zigi. Parecía que, una vez más, todo se encaminaba para una noche cómoda para Cristiano y los suyos. Estaban otra vez en los laureles, con los primeros tres puntos casi en la bolsa. En el primer tiempo habían padecido a lo grande para abrir a la defensa ghanesa. No movían el balón rápido ni combinaban con soltura. Toda la constelación de estrellas fue incapaz de ejercer su talento con precisión. Bruno, Bernardo, Félix, Cristiano. No podían.

TE PUEDE INTERESAR: Mexicanos y argentinos protagonizan bronca en Qatar 

Pero el penal no rebajó el ánimo de los africanos. Kudus, que fue figura durante todo el partido, sirvió un balón inmaculado para que André Ayew definiera e igualara el partido. La justicia, que casi siempre falta en los partidos de este nivel, se hizo presente y el futbol lo agradeció como nunca. Los portugueses se creyeron invencibles después del obsequio. Y Ghana no se dejó intimidar por el poderío. Si tenían que reaccionar al golpe, lo hicieron de inmediato. Pero sus inocencias los hundieron al instante.

El partido se rompió. Ya no hubo vuelta atrás. Joao Félix, llamado a la gloria desde hace mucho, validó por fin su etiqueta de joven prodigio. Mano a mano, definió con la sangre helada de los jugadores diferentes. Y enseguida apareció Rafael Leão, la joya del Milán, para aprovechar otra pérdida en la salida ghanesa y sellar un 3-1 engañoso pero indiscutible en términos de eficacia.

Una desatención de Cancelo, de rendimiento insuficiente durante todo el partido, desembocó en un gol de Osman Bukari que remató de cabeza, sin marca, para abrir el principio de un final dramático. Lo festejó a lo CR7 (y el aludido lo miró con desprecio desde el banquillo). Los portugueses se dedicaron a cuidar la ventaja, mientras una Ghana desesperada hacía todo por aproximarse al área custodiada por Costa.

Bruno Fernández instó a sus compañeros a tener el balón y no a buscar otro gol. Necesitaban calma y el más sobrio dentro de la borrachera de goles era él, convertido en el alma del equipo ya con Cristiano en el banquillo. Lo intentó Ghana pero sus energías creativas y físicas habían llegado a su fin en una noche de fábula. Tendrán que jugarse la vida contra Corea del Sur en un partido que será todo, menos predecible.

Hubo plagios, un penal insólito, dos cachetazos al mundo de dos joyas y un final de infarto. El Mundial ya no tiene pinta. Esto es por lo que se espera cuatro años. Y vale la pena cada segundo. Portugal ahora va por Uruguay, su verdugo en Rusia 2018. Con el primer anotador en cinco Copas del Mundo de la historia (y ese récord no lo puede romper ni Messi, que se fue en blanco en 2010), hoy se sienten capaces de todo.

Publicidad