Cuatro años después de maravillar al mundo del fútbol con apenas 17 años, el precoz Edson Arantes do Nascimento ‘Pelé’ desembarcaba en Chile con una copa del Mundo en su haber y el peso sobre los hombros de liderar a una generación espectacular hacia la hazaña del bicampeonato.
El espectro del “Maracanazo” se había disipado en Suecia 1958 y el mundial regresaba a tierras americanas, en esta ocasión a la lejana y aislada Chile, sacudida apenas dos años antes por uno de los terremotos más intensos y mortíferos de la historia contemporánea.
A las aprehensiones de la FIFA y las quejas de algunos equipos europeos, como Italia, por la lejanía, los chilenos respondían con una ilusión exultante, que devenía en histeria y emoción cuando asomaba la espigada figura del futuro rey del fútbol.
En el primer partido, disputado en el estadio Sausalito, de Viña del Mar, el hombre del Santos no defraudó: marcó el segundo con el que los brasileños derrotaron por 2-0 a México.
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Fue su primer y único tanto en el campeonato. También el único partido que jugo entero: en la segunda jornada una fuerte patada de un defensa de la extinta Checoslovaquia lo mandó primero a la enfermería, y después a la grada.
Su testigo lo tomarían tres compañeros que harían igualmente historia en el fútbol mundial: Garrincha y Vavá, de los que ya se tenían noticias de su calidad, y un joven Amarildo, que aprovechó la cita para despuntar.
Brasil llegaría a la final de una copa del mundo recordada por su extrema violencia -de ella salió la idea de imponer las tarjetas-, por las dificultades a las que tuvo hacer frente la organización y la polémica sobre la permisividad y cierta indulgencia con el país anfitrión, que al final quedó tercero, su hito mundialista.
Los de Aymore Moreira, con Pelé en la grada, se deshicieron en semifinales de los chilenos, que nunca tuvieron opción, y se vengaron de los checos en la final: Vavá, con tres goles en ambos partidos, y Garrincha con dos en la semifinal fueron los héroes de una Brasil que comenzó a escribir su leyenda sin su jugador legendario en el campo.
Sesenta años después de aquella final, disputada un 17 de junio en el estadio Nacional de Santiago de Chile ante más de 66.000 espectadores, una colección expuesta en el museo de la Moda de la capital chilena ofrece decenas de objetos de un campeonato peculiar, que marcó un antes y un después en la historia de los mundiales.
Desde el balón “crack”, cosido a mano por la empresa Zamora con un número mayor de tiras que lo hacían “mucho más redondo”, hasta los bolines del sorteo, de madera y pintados a mano.
Camisetas, recortes de periódicos, imágenes inéditas, banderines, insignias, platos conmemorativos, cámaras de televisión e incluso una reproducción de la copa Jules Rimet, la misma que después sería robada.
“Hay elementos que nos recuerdan a los jugadores como tal, como camisetas, zapatos de fútbol, la pelota Crack, hecha en Chile, también a los organizadores, como Carlos Dittborn, que justo murió durante el mundial y por eso el equipo chileno tenía una franjita para recordar su duelo en las camiseta”, revela a Efe Acacia Echezarreta, directora del museo.
“Hay objetos invaluables como la camiseta de Lionel Sánchez, o la de Scouti, el balance del mundial, un bolillero que es bien particular porque son pelotitas escritas a mano, bien artesanal, un acta de inauguración del estadio Nacional, periódicos con titulares muy exquisitos”, agrega.
La exposición descubre otros detalles y anécdotas que revelan el esfuerzo que supuso para Chile la organización de aquel mundial, desde las dudas que sembró el sismo hasta los efectos en la vida diaria de ciudades como Arica, situada a más de 2.000 kilómetros de Santiago, junto a la frontera con Perú.
“Están presentes todas esas personas que hicieron posible la alegría de estar en el tercer lugar y de organizar, y muchas anécdotas de las sedes, como Arica, que no era en el inicio una de las que estaban contempladas, Arica tiene anécdotas así de restringir el agua a los habitantes para así poder regar el pasto (…) fue un gran esfuerzo de todo el país para organizar el mundial”.
“En ese momento, muchos empresarios, muchas personas, la población entera estaba volcada a apoyar la organización tan dificultosa que tuvo el mundial después de un terremoto como el del 60, tuvo que reconstruirse y el gran esfuerzo que tuvo que hacer Chile para recibir a las delegaciones extranjeras y lograr el tercer lugar”, concluye Echezarreta sobre una cita que el mejor jugador de la historia tuvo que observar desde la grada.